Educación financiera

“En esta vida hay que saber de casi  todo un poquito y de algo, mucho”, mi padre.

Jesús Marín PinillaSeptiembre, festival de cante jondo, temporada de verdeo y comienzo del nuevo curso escolar. Mes en el que todo empieza a volver a la normalidad, a la rutina, mes en el que niños, y no tan niños, comienzan a darse cuenta que las matemáticas, la lengua, la historia y los idiomas, entre otras, serán sus compañeros de viaje durante los próximos meses.

A lo largo de la temporada estival he tenido la suerte de compartir muchos ratos agradables con amigos a los que no puedo dedicarles todo el tiempo que querría el resto del año, he manteniendo conversaciones de todo tipo y sobre temas muy dispares. A principios de julio, un buen amigo docente que ya disfrutaba de sus vacaciones, se quejaba en una conversación del caos que, según él, supone la implantación de tantas y tantas leyes educativas, de todos los colores, que no hacen más que perjudicar a quienes tienen que ser los verdaderos beneficiarios de las mismas, los alumnos: “Los que tienen que arreglarlo sólo miran sus propios intereses, después se quejan del nivel académico”, me decía. Por otro lado, a finales de agosto una familiar me hablaba, frustrada, de lo que consideraba un timo en toda regla, el fondo de inversión que contrató hace meses en su banco perdía una suculenta cantidad: “No lo entiendo, si es un fondo de renta fija ¿no debería ser seguro?”, me preguntaba.

¿Qué relación guardan estas conversaciones? Lo tengo claro, ambas tienen un denominador en común: la educación.

No puedo entrar a valorar qué dice y/o qué impone tal o cual ley de educación, puesto que es un tema que desconozco y creo que no me corresponde. Lo único que sí sé es que ninguna de ellas contiene una materia obligatoria relacionada con las finanzas. Sin embargo, sí puedo valorar a priori la experiencia de mi familiar con su frustrada inversión: el producto no era el idóneo, atendiendo a su perfil y al escenario económico en el que nos movemos actualmente.

No me cansaré de revindicar la educación financiera como materia integrante de la educación obligatoria. Queramos o no el dinero forma parte de nuestro día a día y, en mayor o menor medida, continuamente tenemos que tomar decisiones que lo tienen como protagonista, desde comprar en el supermercado hasta adquirir un coche. Si para saber multiplicar no hace falta ser matemático; o no es necesario ser maestro de lengua para saber que después de la m- se escribe la -b, ¿por qué hay que estudiar finanzas o economía para entender qué son, por ejemplo, la liquidez, el riesgo y la rentabilidad de una inversión?

Los que trabajamos en la gestión patrimonial, en cualquiera de sus distintos ramos, sabemos la complejidad que conlleva la toma de decisiones relacionadas sobre qué hacer con el dinero o  qué hacer con ese pequeño gran capital que tanto sudor nos ha costado conseguir: cómo invertirlo, cómo rentabilizarlo… Desgraciadamente vivimos en una sociedad volátil en la que no somos conscientes de la importancia de realizar una correcta planificación financiera, siempre atendiendo a nuestro perfil, que englobe todos y cada uno de los aspectos que influyan o puedan influir en la inversión. Nos despreocupamos de nuestro futuro financiero y  lo dejamos, en el mejor de los casos, en manos de aquellas personas que han demostrado con creces que sus intereses empresariales prevalecen sobre los nuestros. En mi opinión, de nada sirve explicar los pros y contras de una inversión, su coste y rentabilidad, si el que invierte sólo lo hace porque confía en la persona que tiene frente a él. Obviamente es necesaria tal confianza, pero entiendo que es fundamental tener unos conocimientos básicos y mínimos sobre los cuales forjarse una opinión que ayude en la toma de decisiones y, al mismo tiempo, sirva como herramienta de autoprotección.

Tres apuntes: 1) La no inclusión de materias financieras en la educación obligatoria por ninguna ley educativa de las impuestas hasta la fecha es un hecho. 2) Ha quedado patente que la educación financiera no ha interesado ni a los gobernantes ni a los reguladores financieros. 3) Que sean las entidades financieras las que estén detrás de los programas de educación financiera que se están comenzando a impartir voluntariamente en algunos centros educativos es, cuanto menos, dudoso.

Conclusión: como dice mi padre, no podemos pretender ser maestros de todo ni tratar de tener la verdad absoluta sobre algo, sería una estupidez por nuestra parte que no nos llevaría a ningún sitio, pero sí es nuestro deber y responsabilidad aprender libremente de los mejores, ver cómo lo hacen, asesorarnos y, sobre todo, formarnos en aquellos aspectos que influyen en nuestro presente y futuro financiero. Ya no valen las excusas.

4 comentarios sobre “Educación financiera

  • Podría ser interesante a niveles de secundaria, no como asignatura pero si dentro de alguna existente o nueva que tratara de varios temas. Es decir, lo que se conoce como cultura general.
    No es cuestión de hacer expertos, pero si que tengan claro los conceptos. Los expertos tampoco están exento de «cagarla», casos hay a centenares.

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    • Hola Outrider, que tal? Por supuesto que los expertos en distintas materias también se equivocan, si no fuera así esto sería muy aburrido. Ayer un amigo que es maestro de primaria me decía lo mismo que tú, quizás sea interesante a nivel de secundaria. En cualquier caso, coincidimos en que es imprescindible incluir contenidos financieros en la enseñanza. Gracias por tu aportación, como siempre interesante. Saludos!!!

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  • Hola Laura, qué tal? En primer lugar, gracias por participar en el debate. Las probabilidades de que hubiera sido mejor habrían aumentado, o al menos nos habríamos ahorrado algún que otro disgustillo. Te ánimo a formarte, nunca es tarde. Saludos!!!

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  • Estoy totalmente de acuerdo. Soy adulta y no tengo ni idea de los mínimos conocimientos sobre fondos de inversión, préstamos, intereses, etc. Seguramente mi historial monetario hubiera sido Mejor a lo largo de mi Vida.

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