Regina

Se ha marchado silenciosamente. Con suavidad. Sin llamar la atención. Ofreciendo. Tal como había vivido. En una donación generosa. Casi sonriente a pesar de su dolor. Orando al pie de la cruz con María y aquellas santas mujeres. Sin querer molestar, aunque era consciente de que tenía que molestar. Agradecida, porque se veía necesitada de los suyos. En un continuo amén.

   “Dichosas sois vosotras que en la vida

   hicisteis de la fe vuestra entereza,

   vuestra gracia en la Gracia fue asumida,

   maravilla de Dios y de belleza”

Más de ochenta años en su conciencia de pertenecer al Señor y a los demás en el servicio generoso para todos. Regina ha gozado en su desprendimiento y donación. Ha sabido negarse a sí misma para crear vida, alegrando a los que la conocían. Dimanaba ese suave olor de optimismo constructivo.

   “La mujer fuerte puso en Dios

   su esperanza. Dios la sostiene.

   Sirvió, consoló, dio fuerzas;

   Guardó para sí sus penas.”

Regina tuvo sus defectos. Pero supo envolverlos en su ternura humilde, en su cariño, en su perdón. En su estar atenta para que no faltaran respuestas a las necesidades, adelantándose para que los suyos no sufrieran. Y no porque su vida fuera fácil desde pequeña. Las estrecheces económicas de esos tiempos nos faltaron. Con su espíritu positivo no dejó pasar oportunidades.

   “Vistió el dolor de plegaria,

  la soledad, de esperanza.

   Y Dios la cubrió de gloria

   Como de un velo de bodas”.

 Ambiente limpio. Educación positiva. Buenas amistades. Sus valores se desarrollaban. Formación para afrontar una juventud responsable. Se estaba realizando la mujer madura. Su preparación matrimonial. Su gran donación.

   “Finísimo fue el hilo con que ella

   fue tejiendo a lo largo de su vida

   esa historia de amor, que la hace bella

   a los ojos de Dios y bendecida.”

Si el grano de trigo no muere, no puede dar fruto. Morir para dar vida nueva. Para dejar paso al otro. Si en el matrimonio no hay donación, se fracasa. Si se fomentara la capacidad de diálogo, de comprensión, de aceptación mutua, de amor incondicional, los frutos de los hijos alegran. Bendición de un hogar.

   “Flor virgen, florecida en amor santo,

  llenó el hogar de paz y joven vida;

   su dulce fortaleza fue su encanto,

   la fuerza de su amor la fe vivida.”

En el hogar se precisa luz, que indique el camino. Que ayude, que supere cansancios. Sal que ofrezca un sabor nuevo, que haga regustar la vida familiar. No son los adornos –aunque ayudan- sino los detalles de servicio, de diálogo, de aceptación. Y cuando es necesario, de perdón.

   “Hizo del templo su casa,

   mantuvo ardiendo su lámpara

   En la mesa de los hijos,

   Hizo a los pobres un sitio”.

La viudez también tiene sentido en la mujer de entrega. Regina supo darle razón de ser. Los hijos se encontraron cobijados. Su tarea como madre, un nuevo reto que la ponía a prueba. Nada de atemorizarse. En su carrera saltando vallas, se le presentaban las más duras.

   “Dichosas sois vosotros, que supisteis

   ser hijas del amor, que Dios os daba,

   y así, en la fe, de muchas madres fuisteis

   fecunda plenitud, que nunca acaba”.

Y Regina partió al Padre con la compañía siempre solícita de su ángel Carmelita y de los suyos. Con el dolor entregado en plegaria quejosa como Jesús en Getsemaní. “Un poquito menos, Señor, un poquito menos”. Hasta que le pudo el final, el gran paso a la Vida.

  “Enséñanos a vivir,

   ayúdanos tu oración,

  danos en la tentación

   la gracia de resistir”.

Sin el pan no hay vida. Del pan material y del pan de la Eucaristía. Del pan eucarístico y del pan de la Palabra. Casi todos los días recibió este Pan hasta que le fue imposible en su agonía. Pero ella vive y su vida nos sigue estimulando. Agradecida al Señor en su Magnificat, como el de María Madre:

   “Proclama mi alma la grandeza del Señor,

   se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador

   Ha mirado la humillación de su esclava.

   Él ha hecho obras grandes

   Y en su misericordia ha enaltecido

   a los pequeños…dejando vacía la

   soberbia de los poderosos…”

Regina descansa en el gozo del Señor. Porque confió en Él.

“…todos fueron dichosos a su vera,

   su muerte en el Señor fue un tierno abrazo,

   su vida será eterna primavera…”

 

Nota: Los entrecomillados son de los Oficios de Santas Mujeres.

 

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