«A ti: aficio-nada»

El carnaval no comienza en Febrero, ni siquiera en Enero. Para un carnavalero, podría decirse que el carnaval ni siquiera comienza, porque realmente nunca acaba. El carnaval de un carnavalero es un continuum: qué representar, qué música componer, que letra escribir, que disfraz escoger, a qué público mostrar tu obra, a qué jurado darle la potestad de juzgarla…

Esta “nube de pensamientos” acompaña al carnavalero allá donde va durante los 12 meses del año. Todo ello, mientras intenta ser original, aspira a ganar un premio y, sobre todo, a intentar conseguir que sus coplas se queden, que sobrevivan al tiempo; algo que, a la larga, se convierte en el más difícil, halagador y placentero de los premios.

Con apenas ayuda y sin ninguna comprensión por parte de todo y todos los que nos rodean, el carnavalero mairenero, acompañado de un grupo de homónimos, se encierra en un local durante los meses de frío y se dedica a ensayar una obra. A ensayar, trabajar y “comprar” todo aquello que dicha obra le exija o hasta donde su sentido común y recursos le permitan.

Resulta tremendamente llamativo, sobre todo allende las tierras de aquí, que un pueblo como el nuestro proporcione sistemáticamente a Sevilla y parte de Andalucía, una, dos o tres agrupaciones punteras (de las que copan finales y ganan premios) año tras año. Es algo inexplicable partiendo de que aquí, por no haber, ni hay concurso de agrupaciones, ni hay mucha tradición, ni hay apenas afición y el pasacalles es un “remake” de nuestra oriunda “tardebuena,” con el comerciante del turno haciendo el Agosto y las gentes luciendo modelitos navideños pero con menos barriga que en Diciembre.

Y no, no es responsabilidad política, o no en su mayor parte, ya hubo otros partidos, organizaciones y asociaciones  al frente y esto nunca termina de remontar el vuelo. Pienso, por más que me duela, que es una cuestión de afición, de NO afición.

Aquí el carnaval es una afición, hiperminoritaria y que se nutre o está constituida en un 80% por los componentes de las agrupaciones, en un 15% por ese espécimen autóctono conocido como “supermairenero”  y en un 5% por carnavaleros ajenos a las entrañas de la fiesta, y que cada pasacalles aprietan los dientes, levantan la cabeza y se colocan un disfraz encima, para contra todo y todos, intentar pasar una tarde de carnaval, aka, los héroes de la fiesta.

Y… así luego nos luce el pelo. Mientras que el carnavalero con agrupación saca tiempo a duras penas para ensayar y dignificar su obra, el supermairenero no fomenta ni exporta ni engrandece esta fiesta, y el porcentaje de carnavaleros “externos” es tan bajo que casi resulta inoperativo, y en cuanto puede pasa a formar parte del 80% quedando otra vez huérfano ese pequeño 5%, es algo cíclico. Ergo el carnaval queda en el aire y se planifica con más o menos acierto y con las migajas de tiempo, esfuerzo y dinero que nos quedan a las partes implicadas.

Que con más dinero cambiaría la cosa, SÍ. Que con más promoción y difusión también, pues también. Pero, por más que me parta mi corazoncito, es una cuestión de afición, de no afición. Diez años después sigo aclarando, a mi familia, en las sobremesas de febrero, que lo que yo hago es una comparsa, no una chirigota, que lo bonito son pasodobles y lo de reírse son cuplés, la presentación es lo primero y el popurrí lo más largo. Información que permanecerá en su mente los tres segundos de rigor. Teniendo lugar episodios tales como que mientras mi agrupación contempla desde dentro el cierre el telón de una Final del Carnaval Colombino de Huelva, entre saltos de alegría y llantos por la proeza lograda, suene el tono de mi whatsapp con un:

“Jose hijo, ¿dónde estás? Aquí tienes una tortillita francesa.”

Falta de afición. Dejen de machacarse, no hay más.

La Rinconada, un municipio inmensamente más pequeño, apuesto a que con muchísimos menos recursos y con bastantes miles menos de habitantes, tiene un carnaval “champions” con un concurso relativamente prestigioso y un pasacalles inimaginable en nuestra Mairena natal.

Y aquí, lo cierto es que al final, se haga una cosa o lo contrario, nadie termina contento, es lo que tiene la libertad. Y el carnaval es su fiesta.

Si el pasacalles se enfoca al carnavalero, sin DJ, sin tambores, sin botellona, no irá nadie. Si el carnavalero ve cómo su día más señalado en el calendario consiste en un DJ, una botellona, tambores, también llegará a su casa cabizbajo con lo que a esas horas le quede de disfraz.  Y, en cuanto a la sempiterna propuesta o solución de crear un concurso, emplazo a que quien la propone, piense por un momento, en esa comparsa de “Marismilla de los Gazules” cantando un Martes 13 de Febrero a las 00:30 en nuestra Villa del Conocimiento y las Artes, ante 300 preciosas butacas vacías, y deje de decir tonterías.

Supongo que, con el tiempo, nuestros triunfos, los de los carnavaleros de aquí (en el “extranjero”), crearán afición, nuestro entorno, nuestras familias y nosotros mismos conformaremos un carnaval a nuestra altura, que no es poca, y a los hechos me remito. Mientras tanto, con que no se nos pongan  palos en las ruedas será suficiente.

2 comentarios sobre “«A ti: aficio-nada»

  • Gracias por el libro…

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  • El verdadero fenómeno comunitario no es solamente el desfile de las murgas y comparsas sino también la presencia de la gente de este y de otros barrios enmarcando el paso de los carnavaleros.

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