Juan Valera y la Feria de Mairena

La feria de Mairena se convirtió en la España del s. XIX en un lugar extraordinariamente conocido, que fue usado por muchos autores como marco ambiental en el que presentar historias. Uno de los escritores españoles más importantes del s. XIX, Juan Valera y Alcalá-Galiano, fue uno de ellos.

Los estudios básicos y medios los realiza entre Málaga y Granada para posteriormente estudiar Filosofía y Derecho en la Universidad de Granada, emprendiendo la carrera diplomática. Se inició en la embajada española en Nápoles junto al embajador Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, dramaturgo y poeta romántico, quien ejerció una gran influencia en su orientación en el campo literario. Ejerció tanto en ciudades europeas como en ciudades del continente americano. Fue embajador en Lisboa, Bruselas, Viena y Washington. Sus numerosas cartas contando diversas impresiones y experiencias, le hicieron famoso en toda España. 

La primera alusión a nuestra Feria la hace en su afamada obra Pepita Jiménez, publicada en 1874

En 1858 se retiró de la carrera diplomática y se inició en la vida política. Se presentó a las elecciones a Cortes, obteniendo acta de diputado por el distrito de Archidona. En el Gobierno Moderado ejerció como oficial de la Secretaría de Estado y Subsecretario. Ideológicamente, era un liberal moderado, tolerante y elegantemente escéptico en cuanto a lo religioso, lo que explicaría el enfoque de algunas de sus novelas. Tras el estallido del Sexenio Revolucionario prosiguió su actividad política y obtuvo la cartera del Ministerio de Instrucción Pública en el Gobierno del Rey Amadeo de Saboya.

Fue muy popular en su época por sus numerosos artículos y relatos cortos, ejerció como director de varios periódicos e incluso fundó El Cócora y El Contemporáneo, y admirado como ameno estilista y por su talento para delinear la psicología de sus personajes, en especial los femeninos; cultivó en ensayo, la crítica literaria, el relato corto, la novela y la poesía. En 1862 fue admitido como miembro de la Real Academia Española. 

PEPITA JIMÉNEZ

Alcanzó la fama con su novela Pepita Jiménez, publicada en 1874 por entregas en Revista de España, y posteriormente, tras haber encandilado a miles de lectores, fue publicada completa, vendiendo más de 100.000 ejemplares. En la novela, ambientada en Andalucía, aparece una referencia a la Feria de Mairena. La cita resalta el carácter de la feria como espacio de lucimiento de caballistas, un marco adecuado para actuar como fondo de historias y relatos que dotasen de verosimilitud a la historia y proporcionasen sabor local.  

“Me aseguró, por último, que en dos o tres semanas haría de mí el mejor caballista de toda Andalucía; … apto, en suma, para pasmar a todos los jinetes que se lucen en las ferias de Sevilla y de Mairena, y para oprimir los lomos de Babieca, de Bucéfalo, y aun de los propios caballos del Sol, si por acaso bajaban a la tierra y podía yo asirlos de la brida”.

LOS CUENTOS ANDALUCES

Los otros dos casos no son referencias ambientales aisladas en el conjunto del texto literario. Son dos historias cortas ambientadas en la feria de Mairena, como marco necesario, esencial para la historia, no simplemente como un elemento anecdótico. Ambas historias se centran en actividades características de la feria, como el chalaneo de ganado y la barraca de espectáculo. Ambas historias cortas aparecieron en la obra Cuentos y chascarrillos andaluces, publicado en Madrid en 1896 y reeditado tras su muerte, en 1908 por la Imprenta Alemana de Madrid en el tomo XV de su serie de Obras Completas.  

El propio autor señala en la introducción a la obra que estos cuentos eran relatos que había oído en Andalucía, y, lo más importante, que se contaban en toda Andalucía, que el pueblo andaluz había convertido en relatos propios. Hemos de coincidir con el autor en que en ellos es fácil encontrar “cierto color y cierta traza propios de aquella tierra”.  

Aseguraba Valera que al redactarlos exponía “con fidelidad cada una de las historias, tales como el vulgo las refiere, y hasta imitar, en lo posible, la natural sencillez del estilo del vulgo”. Se limitaba el escritor a ser mero cronista del relato oído, afirmando que “nada, absolutamente nada, es invención nuestra … en nosotros sólo tendrá que aplaudir o que reprobar la forma, pues el fondo es suyo”.

Las historias andaluzas que todos sabían de oídas, se convierten en cuentos que se leían en toda España

QUIEN NO TE CONOZCA QUE TE COMPRE

El origen de este primer relato es un cuento popular andaluz. Fue recogido por Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber) en su libro recopilatorio Cuentos y poesías andaluces, publicado en 1859. La autora presenta una versión sencilla del relato, sin especificar el nombre del pueblo en el que sucede. 

“Tres estudiantes pobres llegaron a un pueblo en el que había feria.

-¿Cómo haríamos para divertirnos? Dijo uno al pasar por una huerta en la que estaba un burro sacando agua de una noria.

-Ya lo tengo -contestó otro de los tres-, ponedme los arreos y llevaos el burro y lo vendéis en El Rastro. Dicho y hecho. Después de alejarse sus compañeros con el burro, se paró el que había quedado sustituyendo al animal.

-“¡Arre!”. Gritó el huertano que trabajaba a cierta distancia. El burro improvisado no se movió ni sonó la esquila. El huertano subió a la noria, y cual no sería su sorpresa al hallar a su burro convertido en estudiante

-¿Qué es esto? Exclamó.

-Mi amo –dijo el estudiante-, unas brujas me convirtieron en burro, pero ya cumplí el tiempo de mi encantamiento y he vuelto a mi primitivo ser. El pobre huertano se desesperó, pero, ¿qué podía hacer? Le quitó los arreos al estudiante y le dijo que se fuese con Dios. Rápidamente tomó el camino de la Feria para comprar otro burro. El primero que le presentaron unos gitanos que lo acaban de adquirir fue su propio burro; apenas lo vio, echó a correr exclamando:

-“Quien no te conozca, que te compre”.

Posteriormente Rafael Boira lo incluyó en El libro de los cuentos, publicado en Madrid en 1862, una recopilación de cuentos recogidos de obras de otros autores y ligeramente modificados. En concreto aparece con el título “El burro encantado” y el autor aumentó el número de estudiantes a 4, cambió el Rastro por la feria y la broma por una estafa en toda regla.  Juan Valera ofrece una versión más completa de la historia, adjudicando nombres y localizando el relato en la feria del Mairena. El nombre asignado al protagonista, Cándido, es plenamente descriptivo de su carácter crédulo, que demuestra en la aceptación del engaño de los estudiantes. En Mairena se conoce desde hace tiempo, sin ir más lejos apareció publicado en la revista Plaza de las Flores, en abril de 1984. 

No podemos asegurarlo, pero nos parece y querernos suponer que el tío Cándido fue natural y vecino de la ciudad de Carmona.

“Tal vez el cura que le bautizó no le dio el nombre de Cándido en la pila, sino que después todos cuantos le conocían y trataban le llamaron Cándido porque lo era en extremo. En todos los cuatro reinos de Andalucía no era posible hallar sujeto más inocente y sencillote.

El tío Cándido tenía además muy buena pasta.

Era generoso, caritativo y afable con todo el mundo. Como había heredado de su padre una haza, algunas aranzadas de olivar y una casita en el pueblo, y como no tenía hijos, aunque estaba casado, vivía con cierto desahogo.

Con la buena vida que se daba se había puesto muy lucio y muy gordo.

Solía ir a ver su olivar, caballero en un hermosísimo burro que poseía; pero el tío Cándido era muy bueno, pesaba mucho, no quería fatigar demasiado al burro y gustaba de hacer ejercicio para no engordar más. Así es que había tomado la costumbre de hacer a pie parte del camino, llevando el burro detrás asido del cabestro.

Ciertos estudiantes sopistas le vieron pasar un día en aquella disposición, o sea a pie, cuando iba ya de vuelta para su pueblo.

Iba el tío Cándido tan distraído que no reparó en los estudiantes.

Estas historias prueban la rica tradición literaria de una Feria tan señera como la de Mairena del Alcor

Uno de ellos, que le conocía de vista y de nombre y sabía sus cualidades, informó de ellas a sus compañeros y los excitó a que hiciesen al tío Cándido una burla.

El más travieso de los estudiantes imaginó entonces que la mejor y la más provechosa sería la de hurtarle el borrico. Aprobaron y hasta aplaudieron los otros, y puestos todos de acuerdo, se llegaron dos en gran silencio, aprovechándose de la profunda distracción del tío Cándido, y desprendieron el cabestro de la jáquima. Uno de los estudiantes se llevó el burro, y el otro estudiante, que se distinguía por su notable desvergüenza y frescura, siguió al tío Cándido con el cabestro asido en la mano.

Cuando desaparecieron con el burro los otros estudiantes, el que se había quedado asido al cabestro tiró de él con suavidad. Volvió el tío Cándido la cara y se quedó pasmado al ver que en lugar de llevar el burro llevaba del diestro a un estudiante.

Éste dio un profundo suspiro, y exclamó:

-Alabado sea el Todopoderoso.

Por siempre bendito y alabado, -dijo el tío Cándido.

Y el estudiante prosiguió:

-Perdóneme usted, tío Cándido, el enorme perjuicio que sin querer le causo. Yo era un estudiante pendenciero, jugador, aficionado a mujeres y muy desaplicado. No adelantaba nada. Cada día estudiaba menos. Enojadísimo mi padre me maldijo, diciéndome: eres un asno y debieras convertirte en asno.

Dicho y hecho. No bien mi padre pronunció la tremenda maldición, me puse en cuatro pies sin poderlo remediar y sentí que me salía rabo y que se me alargaban las orejas. Cuatro años he vivido con forma condición asnales, hasta que mi padre, arrepentido de su dureza, ha intercedido con Dios por mí, y en este mismo momento, gracias sean dadas a su Divina Majestad, acabo de recobrar mi figura y condición de hombre.

Mucho se maravilló el tío Cándido de aquella historia, pero se compadeció del estudiante, le perdonó el daño causado y le dijo que se fuese a escape a presentarse a su padre y a reconciliarse con él.

No se hizo de rogar el estudiante, y se largó más que deprisa, despidiéndose del tío Cándido con lágrimas en los ojos y tratando de besarle la mano por la merced que le había hecho.

Contentísimo el tío Cándido de su obra de caridad se volvió a su casa sin burro, pero no quiso decir lo que le había sucedido porque el estudiante le rogó que guardase el secreto, afirmando que si se divulgaba que él había sido burro lo volvería a ser o seguiría diciendo la gente que lo era, lo cual le perjudicaría mucho, y tal vez impediría que llegase a tomar la borla de Doctor, como era su propósito.

Pasó algún tiempo y vino el de la feria de Mairena.

El tío Cándido fue a la feria con el intento de comprar otro burro.

Se acercó a él un gitano, le dijo que tenía un burro que vender y le llevó para que le viera.

Qué asombro no sería el del tío Cándido cuando reconoció en el burro que quería venderle el gitano al mismísimo que había sido suyo y que se había convertido en estudiante. Entonces dijo el tío Cándido para sí:

-Sin duda que este desventurado, en vez de aplicarse, ha vuelto a sus pasadas travesuras, su padre le ha echado de nuevo la maldición y cátale allí burro por segunda vez.

Luego, acercándose al burro y hablándole muy quedito a la oreja, pronunció estas palabras, que han quedado como refrán:

-Quien no te conozca que te compre.”

El título del cuento es un conocido refrán o dicho, una expresión usada para rechazar algo que se sabe es de mala calidad, peligroso, o que puede causar un perjuicio, por haber tenido experiencia o conocimiento previo del tema. Ambos relatos presentan la estructura del cuento clásico como moraleja o refrán popular, como posible historia que explicaría el origen de una expresión popular muy conocida y usada.  

LA KARABA

El segundo cuento es mucho más breve, pero no por ello menos famoso.  Aparecía ya con el número 470 en la colección de cuentos populares publicada por Juan Arguijo en el s. XVII. Juan Valera lo incluyó en su libro Cuentos y Chascarrillos Andaluces y situó la acción en la feria de Mairena. Por el contrario F. M. Pabanó en su obra Historia y costumbres de los gitanos, publicada en Barcelona en 1915, sitúa el suceso en la feria de Jerez y  Benito Mas y Prat, en su obra La tierra de María Santísima, publicada en 1925, lo localiza en la feria de Sevilla. Curiosamente el mismo año lo recogió el periodista Emilio Gutiérrez-Gamero en su libro Mis primeros ochenta años. 

Al igual que el anterior, el cuento fue publicado en la revista Plaza de las Flores en 1984, en este caso incluido en el artículo “La perra gorda”, firmado por Eusebio Pérez Puerto. Ese mismo año la historia aparece citada por Enrique Rubio en su libro La Timoteca Nacional.

El cuento, tal y como lo recoge Juan Valera, es el siguiente:

“Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de esparto; la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas:

LA KARABA

SE VE POR CUATRO CUARTOS

Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal rarísimo, traído del centro del África o de regiones o climas más remotos, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba.

-¿Qué diantre de Karaba es esta? -dijo enojado un campesino. -Esta es una mula muy estropeada y muy vieja.

-Pues por eso es la Karaba, -dijo el gitano: -porque araba y ya no ara.”

El origen de esta expresión popular es desconocido. Algunos filólogos señalan su semejanza con el término árabe clásico qarabah, que significa ‘parientes próximos’, pero sin lograr establecer la vinculación entre este significado y el uso de la expresión para indicar algo extraordinario, raro, fuera de serie y, en otra acepción, reunión festiva. De todas formas el cuentecillo parece una historia establecida a posteriori para buscar una explicación lógica a la construcción de la palabra, pero sin tener en cuenta su uso o significado. 

Sea como fuere, estas historias prueban la rica tradición literaria de una feria tan señera como la de Mairena.

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