La débil investigación del asalto en Luchena (2ª parte)

Artículo publicado en la Edición Papel nº 123 Enero-2019

El asalto al cortijo de Luchena en diciembre de 1811 no fue investigado adecuadamente y los dos ladrones no fueron identificados. Analizando los expedientes elaborados por el corregidor de Mairena encontramos actuaciones un tanto sospechosas, que dudamos si atribuir a negligencia o a encubrimiento.

Detalles del Cortijo de Luchena. Foto: Antonio Bautista.

Actos sospechosos

El corregidor no investigó la propiedad del trigo robado, aunque las declaraciones de los testigos ofrecían serias dudas. José del Trigo afirmó que el trigo robado pertenecía a José Morales y a un gallego vecino de Carmona. El gallego reconoció la pérdida de su grano, pero José Morales, residente en Mairena, afirmó que el trigo que quedaba en el granero era de su propiedad y el robado era el perteneciente al mercader castellano Lorenzo Álvarez. El mercader no se encontraba en la localidad y no pudo defender su causa, por lo que le fue adjudicada la pérdida sin mayor averiguación.    

Tampoco investigó en profundidad la autoría del robo, que atribuyó rápidamente a una partida de bandidos que había sido vista en los alrededores por aquellos días, aunque en su informe manifestó algunas dudas. Precisamente el mismo día del robo, el comandante de Armas de Mairena había recibido un comunicado del comandante de Arahal sobre una partida de bandidos que se dirigía a Mairena. Un destacamento del 27º regimiento de cazadores se había desplegado para hacerles frente y la guarnición de Mairena, formada por lanceros del Séptimo Regimiento de Caballería Ligera, fue movilizada para perseguirles, pero no los localizaron. La partida no llegó a la villa de Mairena, por lo que suponemos que pudo permanecer oculta en algún punto de la campiña de Carmona. El 6 de diciembre atacó un convoy francés de grano entre Marchena y El Viso. El camino de Sevilla a Marchena era la ruta habitual de los convoyes que abastecían de grano a la capital y las tropas de Mairena, Arahal y Marchena vigilaban atentamente la zona.

¿Por qué los bandidos se conformaron con una modesta carga de trigo pudiendo asaltar un convoy?

Difícilmente la partida hubiese escogido como blanco de su actuación delictiva un objetivo tan pequeño y próximo a la localidad donde estaba acuartelado un destacamento de 50 hombres a caballo, que podrían salir en su persecución. Precisamente la guarnición estaba sobre aviso y había demostrado su eficacia en misiones similares anteriores. Y resulta extraño que una gran partida armada enviase únicamente dos hombres con una única escopeta para el asalto. Si la banda buscaba grano, como parece demostrar el ataque al convoy, ¿por qué los bandidos se conformaron con una modesta carga de trigo? Sólo se llevaron una parte del trigo almacenado y dejaron los animales que había en el cortijo.

¿Bandidos locales?

El corregidor tampoco prestó atención a la denuncia del mercader castellano, que acusaba al guarda y a los boyeros de abrir la puerta a unos ladrones que podrían ser vecinos de Mairena. Ciertamente los bandidos pudieron entrar por las tapias bajas de los corrales, sin necesidad de ayuda interior. Por el contrario, el corregidor pareció creer a Mateo Sanz, el único testigo que señaló que los bandidos no debían ser vecinos de Mairena, argumentando que nadie les reconoció. Pero el resto de los testigos indicaron que no los pudieron reconocer porque estaban embozados con sus capas. Tampoco le preguntó por su ausencia del cortijo precisamente la noche del robo ni cómo sabían los bandidos quién tendría las llaves.

De Mairena o no, las palabras finales del corregidor podrían apuntar a eso mismo

Detalles del Cortijo de Luchena. Foto: Antonio Bautista.

No parece disparatada la acusación del mercader castellano, que descartaba la actuación de la partida y apuntaba a vecinos de Mairena. Desconocemos si fue así, pero las palabras finales del corregidor, apuntando al hambre y la escasez como causa de las acciones desesperadas de los hombres, bien podría referirse a ello. 

Efectivamente la situación en la comarca era insostenible a finales de 1811. Las cosechas de cereal y aceite fueron muy reducidas; buena parte de las tierras de cultivo estaban abandonadas sin sembrar; los depósitos de grano habían sido saqueados por el ejército; muchos agricultores carecían de recursos para emprender la labor; escaseaba el trabajo y buena parte del ganado había sido requisado para alimentar a las tropas o embargado para el transporte de la impedimenta militar.

A pesar de la vigilancia, los vecinos lograban salir y entrar por huertas, corrales y portillos que daban al campo

Los asaltantes pudieron ser vecinos de la zona, posiblemente de la propia población, conocedores del cortijo, lo que explica que fuesen embozados para no ser reconocidos, y que conociesen el modo de entrar. Podrían disponer de escondrijos cercanos para guardar el botín en la villa o en edificios rurales cercanos al cortijo, antes de que la guarnición pudiese desplegarse. Para cuando las patrullas del ejército saliesen en persecución de los bandidos, rastreando el término, ya habrían tenido tiempo de ocultar el botín. Aunque la población estaba vigilada, los vecinos lograban entrar y salir cuando querían por huertas, corrales y portillos que abrían al campo.

Además, los ladrones conocían bastante bien el cortijo de Luchena, la distribución de espacios y los puntos de acceso; entraron fácilmente sin ser advertidos y redujeron fácilmente a los que dormían en el cortijo. Pero lo más inquietante es que los bandidos sabían que Manuel Montes tenía las llaves en ausencia de Mateo Sanz, el guarda del cortijo. Por otra parte, la cantidad de trigo robada más bien parece acorde con la capacidad de carga de las bestias llevadas por los dos ladrones para transportar el botín. Probablemente no robaron animales de carga del cortijo para evitar delatarse si alguien reconocía posteriormente los animales. Ninguno de estos puntos fue investigado a fondo.

El extraño asalto en el cortijo de Luchena (1ª parte)

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