Nuestra Cuaresma

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Antonio Labrador Jiménez.

Los recientes cultos del Triduo de Carnaval avivaron recuerdos de mi niñez de esta época de Cuaresma que estamos viviendo. Los cantos tradicionales –Trisagio- se han mantenido intactos a través de los años. Un triduo, que según siempre se dijo, era reparación de los muchos desenfrenos, sobre todo carnales, que se daban en estos días. Hoy los “desenfrenos” son de otra índole –corrupción descarada, paro agobiante, imposiciones abusivas en las condiciones de trabajo, problemática angustiosa de las viviendas, hipotecas, bancos… Claro que para todo esto no basta una reparación de oración delante del Santísimo, sino que se nos pide una reparación efectiva de justicia, respeto dignificante a la persona, bienes compartidos…

Acercarse entonces a la Cuaresma suponía entrar en un tiempo algo oscuro, triste, de privaciones…. Se insistía en los días de vigilia, sin poder comer carne, chorizo, tocino, caldo sacado en los guisos de estos elementos. Unas vigilias, que siguen siendo vigencia de Iglesia, pero vividas desde otras perspectivas y que parece que hoy pesan poco en la sociedad. Por mi edad, el ayuno no me afectaba y se notaba en la familia, ya que no se podía merendar. Esta ley de ayunos y vigilias (abstinencias) se suavizaba con las bulas, documento eclesial según los ingresos, y que se iba al archivo para “comprarlas” a D. Enrique Pruquer, párroco de aquel tiempo. Las familias trabajadoras con ingresos muy reducidos estaban “exentos” de “comprar” la bula. No podemos olvidar lo que nos dice el profeta Isaías a propósito del ayuno –a veces sólo exterior- de miembros de su pueblo. “El ayuno que yo quiero, dice el Señor, es que se abran cárceles injustas, se deje de oprimir (y se ayude) a las viudas, se atienda a los huérfanos…

Cuaresma olía a pasos poniéndose en la parroquia (y la Soledad y P. Jesús en sus templos), entonces sin dorar y bastante modestos, a cultos en el Altar Mayor con doseles no tan llamativos, y donde se repetían predicadores como el P. Carrillo con su palabra fácil y que se hospedaba en el castillo de Dña. Dolores, a los Vía-crucis recorriendo las estaciones con los faroles de pie de madera acompañando a la cruz. Los cantos del “perdona a tu pueblo”, “perdón, oh Dios mío”, etc. que han llegado hasta hoy. No faltaban conferencias cuaresmales, o ejercicios abiertos con el padre jesuita correspondiente y el triduo de Carnaval, que creo se celebraba en el Sagrario, nos mostraba el trabajo incansable de Rafael Carrión, de su hermano José, “el del Palacio”, de Ángel el “enanito” del castillo con su potente voz cantando el trisagio con el Santo Dios.

Estando ya en Alcalá con los Salesianos, teníamos varios días de ejercicios espirituales, bastante tétricos no pocos años porque la temática giraba en torno a los “novísimos”, sobre todo muerte, pecado, infierno, con ejemplos espeluznantes de condenados definitivamente por un solo pecado mortal, avivando la descripción de los sufrimientos para siempre. Una muestra de la atmósfera de terror, condena, castigo, que reflejaba la Cuaresma, marcada más por la privación y el sacrificio, que por la liberación y la esperanza. Mantener la Cuaresma desde esa perspectiva es negarle la visión pascual, abierta, llena de vida a la que invita su liturgia.

El miércoles de ceniza acentuó este carácter un poco pesimista, oscuro, tenebroso cuando al imponernos la ceniza se nos recordaba que éramos polvo (nada) y al polvo íbamos a volver. Y no está mal que se nos recuerde cuanto de vanidad, apariencias, deseos de tener impera entre nosotros. Hoy, en una apertura mucho más ilusionante y constructiva, se nos invita a cambiar de enfoque de vida, a dejar cegueras esclavizantes, y a acoger con confianza la buena noticia de un Dios, que se vuelca en amor hacia mí. “Convertíos, (recomenzar con visión de “ojos nuevos”) y creed la Buena Noticia” de un Dios Papá-Mamá, que nos abraza, celebra, y ofrece el Reino de amor y justicia vivido por Jesús, su predilecto. En vez de condena, posibilidades nuevas. En vez de temor, un amor tierno que empapa con la Luz del Resucitado. Cuaresma abre a horizontes nuevos, que responden al deseo de una sociedad según el proyecto Reino del Dios del Amor. Hacia ahí deben ir nuestras celebraciones, ayunos y vigilias, reflexiones y actitudes esperanzadas. A pesar de tantas miserias morales como tenemos, no es para ir siempre con la cabeza “gacha” sino con la confianza constructiva en Aquel, que asumiendo nuestro pecado, se enfrentó y venció en la cruz la muerte y nos alegra en el gozo de la Pascua de Resurrección. Mairena debe recuperar y vivir esta Cuaresma de Vida.

Un comentario sobre “Nuestra Cuaresma

  • Gracias Don Antonio por su siempre sentido artículo. Ha dejado usted en el un reflejo de lo que era la sociedad mairenera hace años, desde «la bula» comprada al infierno que nos esperaba por nuestros pecados. Gracias a Dios, hoy hemos pasado de un Dios castigador e inclemente a Dios amor. Me quedo con el último, no porque se adapte a mi, sino porque con miedo solo se consigue gente con miedo, no con amor.

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