LA VENGANZA DE LA PETRA

Por José Manuel Navarro Domínguez

L’Atajea se sube de nuevo a las tablas del teatro Calixto Sánchez, en esta ocasión para representar la farsa cómica La Venganza de la Petra, a beneficio de la obra de restauración de la capilla del Cristo de la Cárcel, que, curiosidades de la historia, también se estaba reformando cuando el autor la garabateaba en cuartillas, hace ahora algo más del siglo allá por los madriles.

Fiel al espíritu regeneracionista, Carlos Arniches cargaba en sus sainetes y comedias contra los abusos de los poderosos, desde el machismo ridiculizado en la sátira Es mi hombre, a la crueldad de los gallitos de La señorita de Trevélez, o la corrupción política de Los caciques. En este caso, de la mano, o la estaca, de Petra, presenta un alegato feminista, en la línea moralizante ilustrada de El sí de las niñas de Moratín, aunque con mensaje actualizado y un Petra, que, si alguna vez tuvo algo de la sumisa Francisquita, ha aprendido los ardides seductores del Tenorio de Zorrilla (cuya mítica escena se caricaturiza en el sofá) y no está dispuesta a dejarse avasallar.

Donde las dan las toman, subtítulo de la farsa, esconde, en su aparente sencillez, un profundo mensaje feminista en consonancia con la época en que se gritó por primera vez desde las tablas, en 1917. Un momento en el que las mujeres comenzaban a conquistar espacios antes vedados. En otros países inundaban las fábricas sustituyendo a los hombres que combatían en las trincheras y ocupaban las calles exigiendo el derecho de voto; en España llenaban talleres (textil, conserva, tabaco) y accedían libremente a la universidad (1910). Con su profundo espíritu regeneracionista, constituye una pieza imprescindible en el panorama literario de la Generación del 98, que no viene mal poner en escena en estos tiempos de lamentable retroceso de la igualdad de género conquistada con tanto esfuerzo… y sangre.

La mezcla explosiva de caracteres que constituye el núcleo cómico de la obra, se centra en la peculiar pareja formada por Petra (Mercedes Guillén), esposa devota y candorosa, que sabe tomarlas donde las dan y, al igual que su padre, se levanta vengadora dispuesta a luchar por sus derechos y medirse de igual a igual al hombre; y su esposo Manolo (Santiago Pinilla), galán castizo como su nombre, juerguista tarambana, mimado y amparado por sus padres, prototipo del hombre dominante y machista.

Petra cuenta con el apoyo de una hueste incondicional comandada por su padre, Nicomedes (“Pepito” Hernández), quien, cual lechuza de Minerva, solo despliega su astuta inteligencia al atardecer; teniendo a sus órdenes a su esposa, Nicanora (“Angelita” Castro), todo corazón y carácter, y a Eudoxia (María Jesús Benítez), la criada pueblerina, pícara e ingeniosa. Confrontan a la tropa los suegros, Bibiano (Diego Gutiérrez), bruto que apenas logra ocultar su rudeza con palabrería impostada, y Raimunda (“Chari” Bonilla), devota de su mimado pipiolo, siempre dispuesta a culpar de sus desplantes machistas a la nuera. Clave en la venganza resulta la participación, tan involuntaria como imprescindible, del seductor canalla con larga lista de amantes, Conesa (Luis Jiménez), barbero de barrio (que en la época ejercían también de practicantes), que luce tan bien la bata blanca del oficio que diríase que se pasa la vida con ella puesta. Y en apoyo, doblando papeles, Jesús (Jesús Guillén), colega del Manolo unas y dependiente cubano otras.

La obra trascurre en la casa de los padres de Petra, donde busca refugio, un piso alto (léase barato), de barrio popular con pretensiones y criada. Un escenario sencillo pero efectista, que tanto es alcoba por la que corren caballos, o trotan mulos para ensillar, que “enseñorea” un Pepito capaz de llenarla entera, incluso inamovible en su cama, como salón “de recibir”, donde los suegros reciben las “tiernas” caricias, de gorra, y más de un seductor calavera un premio tan inesperado como merecido. Y tras sus leñosos y blancos muros, a la batuta, José Bustos y al apunte Marta Melero y Rosa Sabín.

En esta comedia que se lleva al público, más que de calle, de cama, Arniches combina magistralmente sus modelos favoritos protagonistas en tantas comedias: la mujer de tronío, puro carácter, en sus variantes de fuerza (la madre) o pícara y seductora (la criada), y la chica sumisa que soporta el injusto y abusivo dominio masculino hasta estallar rebelándose (Petra). En este mosaico costumbrista los personajes retuercen el lenguaje de los barrios bajos del “Madrí” castizo, con un verbo solo al alcance de los auténticos gatos. Por lo que se agradece la acertada traducción de la compañía para hacerlo asequible a un público entregado, que estalla en carcajadas desde que se oyen los primeros ronquidos de Pepito, con un telón aún a medio abrir, hasta que Petra, estaca en mano, lo echa dando por terminada la farsa.

Entre uno y otro, en el escenario se despliega un alegato contra el machismo, plasmado en el señorito tarambana y seductor que desprecia a la esposa por considerarla de su propiedad. Una concepción que creíamos afortunadamente superada y volvemos a escuchar en la música (por llamarla de alguna forma) favorita de los adolescentes con orejas encadenadas a los móviles, y en los execrables crímenes machistas que tiñen de rojo sangre y negro luto nuestros días. Frente a ello, Petra enarbola el juego de los celos, la mejor medicina para escarmentar a un pimpollo galán que se cree experto en temas del corazón. El juego cómico enreda en maquinaciones y engaños a dos parejas típicas del teatro clásico, señores y criados, que pueden mezclarse en el enredo, pero deben mantenerse separadas, cumpliendo los cánones morales y sociales de la época.

Una obra más que centenaria que mantiene vigente su mensaje feminista y sigue levantado al público de sus butacas (por cierto, de estreno), para aplaudir una más de la larga serie de noches de gloria sobre las tablas que acumula esta veterana compañía, desde aquel ya lejano Manda a tu madre a Sevilla, de José de Lucio, puesto en escena en 1988, o la aclamada Soy un sinvergüenza, de Pedro Muñoz Seca, en 1990. Que sea por muchos años … y podamos verlo.

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