Aprender jugando
¿Por qué dejamos de jugar cuando nos hacemos adultos? ¿Por qué si los juegos son válidos para estimular y desarrollar la mente de los niños no lo va a ser para la de los mayores? Son preguntas que tienen una respuesta fácil e inmediata: prejuicios.
Decía el escritor y dramaturgo George Bernard Shaw que “no dejamos de jugar porque nos hacemos mayores; nos hacemos mayores porque dejamos de jugar”. Los juegos destinados a los adultos muchas veces se llaman simplemente “pasatiempos” porque no están destinados a hacer trabajar nuestro cerebro y otras habilidades sino a rellenar el tiempo muerto. Sin embargo, sí se entiende que en los humanos de corta edad el juego sea una herramienta ideal para ayudar a desarrollar no sólo las capacidades cognitivas sino también los valores de los futuros adultos.
Al dejar de utilizar el juego como una forma de estimular nuestro desarrollo, estamos dando por supuesto que ya no podemos aprender más, lo cual es un error. Nunca se deja de aprender y, por ello, lo que es válido para los pequeños también puede ser útil para los grandes.
Existen juegos que estimulan más nuestras capacidades mentales que otros. El deporte físico es necesario para mantenernos en forma y que eso se refleje en nuestro cerebro, pero también hay que tener en cuenta que hay deportes que trabajan la mente de manera específica.
En muchos países está aceptado que el ajedrez, por ejemplo, es un deporte mental. Una práctica federada que requiere entrenamiento y pasa por la competición, de ahí la definición de deporte. En una entrevista al diario Marca, el afamado ajedrecista Gari Kasparov hablaba del ajedrez no como un complemento o actividad extra sino como una herramienta pedagógica, una forma de “abrir” el cerebro para aprender mejor. Por otro lado, el especialista Leontxo García defendía en un artículo de El País la implantación del ajedrez en la enseñanza por sus demostrados beneficios: desarrollo de la inteligencia, entrenamiento de la mente (por ejemplo para combatir enfermedades como el Alzheimer), trabajo de las habilidades sociales, fácil acceso a su práctica gracias a las nuevas tecnologías, la historia del juego o sus conexiones con la ciencia, son algunos de los motivos para jugar al ajedrez.
Hay otros juegos que se están empezando a considerar deportes mentales y que antes no tenían esa consideración. Es el caso del póquer, una disciplina que no goza de la misma imagen que el ajedrez porque implica apostar con dinero, sin embargo, el juego en sí es en realidad una combinación de cálculo matemático (saber qué probabilidades tenemos de conseguir una mano mejor que la del rival) y psicología. Incluso el hecho de apostar –nadie dice que tenga que ser con dinero real- ayuda a ciertas habilidades como la toma de decisiones, el control de las emociones, la planificación o la empatía (ponerse en el lugar del otro).
En el póquer hay una dosis de azar que hay que saber gestionar pero no es un juego de azar. No es casual que las grandes salas de póquer como Poker Stars cuenten con su propia escuela (Intellipoker), puesto que se entiende el juego no como una lotería sino como una práctica en la que se aprende y mejora constantemente. Además, igual que ocurre con el ajedrez, sirve de herramienta para aprender otras disciplinas, de ahí que se estudie ya en diversas universidades del mundo como por ejemplo la Complutense de Madrid.
Los juegos enfocados al aprendizaje para adultos se están aprovechando de las nuevas tecnologías para ser más accesibles e universales, y al revés: usamos las nuevas tecnologías para jugar y aprender. La técnica permite crear juegos a la medida y, aunque sea con prácticas “sesudas” que el ajedrez o el póquer, se están utilizando las dinámicas de juego para la formación y la motivación en el ámbito empresarial.
La denominada “gamificación” es una corriente formativa que se está aplicando con fuerza en los últimos años y que confirma la eficacia del juego para aumentar la productividad de las personas. Adquirir conocimientos, interactuar con los demás o la propia satisfacción de conseguir objetivos a través del juego, son valores muy positivos que nos ayudan tanto a nivel individual como colectivo.