El Concurso Antonio Mairena reconoce a Fernando Mairena, un flamenco «olvidado» y cabal

Con 71 años, y retirado hace varios lustros del mundo del cante, Fernando Mairena (Fernando López Gómez por nombre de pilas) recibirá el viernes 6 de septiembre el tributo cariñoso del mundo flamenco, al que dedicó incansablemente no pocos años de su vida, desde la primera infancia hasta su punto más alto. Una carrera en la que llegó a lanzar dos discos al mercado cuando éstos se vendían, se hizo con el metal de los más renombrados concursos, y además actuaba sin cesar en los festivales de verano. Éste es, sin duda, el palmarés que ha tenido en cuenta la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena para agasajarlo y distinguirlo en el seno del LVIII Concurso de Cante que la peña organiza. Aunque también es un hombre de la casa.

Es un reconocimiento que Fernando, quien en cierto tramo de su carrera fue conocido como Fernando Porrito, afronta con toda la humildad y timidez que lo caracteriza. Muy agradecido, por supuesto, porque es un hecho que no se esperaba, y sobre el que asegura que se dirigirá al público con todo el cariño, manifestando su satisfacción por encontrarse allí a toda la gente que quiera asistir, que él espera que sea mucha. Aunque ya lo que ni se plantea hacer es cantar para ellos. Si acaso, hilvanará unas breves palabras de gratitud, y el procedente saludo.

Lo de cantar hace tiempo que se enfrió para él, siendo así que hoy día ya ni frecuenta la peña, ni asiste a espectáculos, y ni siquiera escucha cante. ¿El por qué? Ni él mismo lo sabe, el ”cuelgue de botas” llegó un día y eso es todo. Aunque es algo que no desmerece al gran artista que fue cuando quiso, persona como él que bebió de ese manantial desde niño, y que a pesar de carecer de tradición flamenca en su familia, tuvo el amor suficiente por este arte para vivenciarlo y participar de él desde sus cauces más populares y callejeros, en Mairena, tras la estela y bajo la batuta de Antonio Mairena, ante cuya memoria se deshace en halagos. De él reconoce y destaca el impulso y docencia que practicó siempre, en particular con los jóvenes que valiosos que empezaban, “una ayuda siempre sincera y desinteresada”, asevera.

Hasta dos discos llegó a publicar con el sevillano y flamenco sello Pasarela, en el año 1987 “La misma senda”, un doble de vinilo con 15 cantes compuestos tanto por él como por el pediatra, escritor y gran amigo suyo Antonio Rincón. En el año 1985 se quedó el primero, “Corazón y duende”, con parecida elaboración, aunque menos prolijo en cantes y colaboraciones. DE “La misma senda”, no deja de resultar curioso que su título constituyó toda una declaración doctrinal sobre su visión y tesitura en el flamenco. Y además de la portada de Jesús Gavira con elementos decorativos del mausoleo de Antonio Mairena, en él participaban a los coros, palmas y jaleos Manuel Ortega “Teniente”, y –curiosamente- el guitarrista flamenco Eduardo Rebollar junto a su esposa Yolanda Lorenzo. Para las guitarras, Fernando siempre optó por Manolo Franco y Antonio Carrión.

Con la seguiriya y la soleá como preferentes, Fernando cultivó todos los palos, y todos los supo afrontar con la actitud debida, desde los jocosos tanguillos de la riada hasta la más solemne toná, si bien ante la innumerable cantidad de soleares existentes, él considera que todas son soleares “al margen de la filigrana que cada intérprete pudiera incluirle, que aunque hermosas y valiosas, no dejan de ser un adorna sobre el cante troncal”. Está claro que él las conoció, valoró y apreció todas, como prueban los muchos galardones conquistados en concursos, no faltando los Mairena del Alcor y la Soleá de Alcalá. Como tampoco las saetas le son extrañas, pues antes al contrario las aprendió y cultivó desde muy joven, cuando estos cantes se hacían a plena calle en las vísperas y durante la Semana Santa, entonándose por bares y balcones del centro del pueblo, y muy particularmente por la zona de La Posá. Y siempre con el padrinazgo de Antonio Mairena y los cabales que normalmente le acompañaban en un ejercicio que, sin dejar de llevar su porción competitiva, destacó más por ser escuela interpretativa espontánea y popular.

Y aunque no muchos lo conocen, Fernando Mairena fue asimismo un excelente ejecutor de cantes de acompañamiento para el baile. Siendo así que en no pocas ocasiones arrancó sentidos elogios de grandes del cante con quienes se codeó. Valga como botón de muestras la gran Matilde Coral. Incluso llegaron a hacer giras por el extranjero hasta recalar, por ejmplo, en

Canadá. Grandes recuerdos que el tímido Fernando rememora con una cómplice sonrisa de satisfacción. Emocionantes recuerdos a los que se suman nombres como los de Silverio, Rosario Jiménez o Manuel Jorniga.

Los evoca junto a él evoca Diego Jiménez, gran aficionado con quien tantas horas compartió ayudándole mutuamente como presidentes de la Casa del Arte Flamenco Antonio Mairena, cada uno en su etapa cuando intercambiaron papeles. De esa época ambos destacan los buenos recuerdos y la bulliciosa actividad de una peña entonces joven y briosa, que poco tiempo atrás había echado a andar con José María Domínguez ‘Cachovaca” como primer presidente. De Fernando destaca Diego por encima de todo su generosidad, entrega y desinterés, ya que “siempre estaba dispuesto cuando se le requería”, subraya. Fue una época en la que descollaron en el concurso algunos nombres que luego se harían grandes del cante, valiendo como nombres concretos los de El Chozas, Curro Malena o José de la Tomasa…

Un claro apoyo de Antonio Mairena

No hay duda de que la mayor influencia que para el cante tuvo Fernando Mairena fue la de Antonio Mairena. No obstante, hay detalles que apuntan a que para el maestro de Los Alcores el arte de Fernando fue algo especial también. Lo atestigua el hecho no usual que en varias ocasiones contempló Diego Jiménez cuando Fernando se disponía a actuar, mandando a callar a sus acompañantes e invitándolos a escucharlo. Y, ni que decir tiene que recibió las bendiciones del entonces papa del cante desde el púlpito de las Tertulias Flamencas de Radio Sevilla, a las que acudió con él en más de una ocasión. Incluso existen aficionados en el pueblo que guardan parte de aquellas interpretaciones, entre las que no faltaban las del propio anfitrión, como las de otros grandes, ya fueran Lebrijano o un iniciático Chiquetete. En definitiva, “la crème de la crème”, como se decía entonces.

Innumerables objetos y recuerdos dignos de museo

Dotado de una personalísima voz, grandes dotes y mucho compás, buena enseñanza para la correcta interpretación del cante, así como unas generosas facultades, no acaban aquí los méritos de Fernando como hombre flamenco. Hay que destacar igualmente, si lo que se quiere es hacer justicia, su gran sensibilidad compositora, tanto solo como acompañado por Rincón. Destaca Diego Jiménez la técnica que entre ambos desarrollaban, y que él tantas veces contempló: uno mostraba unas letras y el otro de improviso comenzaba a cantarlas hasta que dejaban el cante cuadrado. Todo un prodigio en formato tándem, que difería cuando Fernando componía en solitario, para lo que se inspiraba en los más variados motivos. De ese modo, el cantaor atesora ingente cantidad de documentación digna de reposar en el más completo museo, a lo que se suman las grabaciones de saeta en cinta magnetofónica que nunca vieron la luz en disco, o sus galardones y premios, como también las innumerables fotos ilustrativas de su carrera, con los más variados protagonistas de este peculiar universo artístico, instantáneas procedentes de los más diversos lugares.

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