Agua de Los Alcores para Sevilla

Por José Manuel Navarro Domínguez

En el verano de 1915 un debate de calado en la prensa sevillana atrajo la atención de los lectores, implicando a concejales del ayuntamiento hispalense, diputados de la ciudad en Cortes y algunos de la provincia, propietarios agrícolas, técnicos e industriales. En las páginas de El Noticiero Sevillano, ABC de Sevilla y El Liberal se cruzaron toda clase de acusaciones, réplicas, argumentos y propuestas sobre el problema del abastecimiento de agua potable a la ciudad de Sevilla.

El agua del Guadalquivir resultaba totalmente inadecuada por la cantidad de barro y suciedad que arrastraba, y desde época romana fue necesario construir un acueducto para traer agua potable a la ciudad desde los manantiales de los Alcores. La compañía inglesa The Seville Water Work Company Limited, concesionaria del abastecimiento de agua potable a Sevilla, se comprometió a abastecer 100 litros diarios por habitante y 25 metros de presión en la Plaza de San Fernando. Pero no lo había cumplido. La empresa, carecía del agua necesaria para surtir la ciudad, no estaban construidas las canalizaciones prometidas, no había suficientes tuberías y el conflicto internacional (la primera Guerra Mundial) impedía importar maquinaria y tuberías especiales.

Un vecino, amparado en el seudónimo Juan Sevillano, acusaba al consistorio hispalense de ser excesivamente tolerante con los incumplimientos de la compañía y aceptar que recaudase a los vecinos la tarifa completa pese a no prestar el servicio comprometido. De hecho, la débil presión del agua no permitía que llegase a los segundos pisos de las casas.

El alcalde Carlos de la Lastra y Romero de Tejada, marqués de Torrenueva, respondió a las acusaciones justificando su actuación ante el pleno capitular hispalense y en la prensa sevillana. Argumentaba que se suministraban mil metros cúbicos de agua diariamente y se desentendió de la polémica señalando que el abastecimiento de aguas era un asunto privado entre la compañía y los vecinos como clientes particulares. Olvidaba mencionar que el ayuntamiento había firmado el contrato con la compañía y debía defender el interés de los vecinos que lo habían elegido.

Desde la oposición se habían ofrecido diversas posibilidades para solucionar el problema del agua, como explotar otros veneros de calidad en las cercanías de Sevilla y el propio Juan Sevillano propuso en la prensa la ampliación del surtido de agua con la compra de alguno de estos manantiales de agua potable. Pero la compañía no hacía demasiado caso a las críticas. Las obras para aumentar el caudal de agua o la compra de nuevos manantiales, supondrían un gasto importante sin aumentar su beneficio económico, pues ya cobraba la cantidad íntegra contratada por el servicio y no podía aumentar la tarifa fijada en los contratos.

En el pleno municipal, el alcalde se defendió poniendo en duda la existencia de tales manantiales. Argumentaba que las exploraciones realizadas el año anterior no habían descubierto agua de en cantidad suficiente y algunos concejales propusieron, burlonamente, que se consultase al tal Sevillano para que manifestase cuáles eran esos misteriosos manantiales. Al ayuntamiento le llovieron (literalmente) las críticas y las burlas, escribiendo numerosos lectores a los periódicos manifestando la localización y calidad de diferentes manantiales. Por ejemplo, Muñoz Medina escribió sobre las aguas de Tomares, con un caudal de 220 metros diarios, otros apuntaron a diversos manantiales situados en el Aljarafe, donde había pozos de gran abundancia en diversos puntos, otros elogiaban la calidad del agua de los pozos de sus pueblos y no faltaron las ofertas de venta de pozos situados a escasa distancia de Sevilla.

Desde la huerta Castoña de Mairena del Alcor intervino en el debate su dueño, Juan José Palacios Cárdenas, alabando la abundancia de pozos de agua de gran calidad en los Alcores. Y sabía lo que decía. De los cuatro pozos de su huerta salían diariamente durante el verano más de 400 metros cúbicos de agua. Uno de estos pozos tuvo unos años antes una máquina de vapor, con la que se obtenían más de 700 metros cúbicos durante el día, sin que se secara.

Señalaba además, que la compañía abastecedora conocía la riqueza de agua de los Alcores. La hacienda de Clavinque, propiedad de la compañía, contaba con varios pozos de agua de calidad. Y alrededor había numerosas huertas conocidas por la abundancia e inmejorables condiciones de sus aguas. Entre otras citaba la huerta Grande, de Tomás Gallart, que tenía quince o dieciséis pozos de noria, muy abundantes; la huerta del Militar con tres o cuatro pozos, comprada poco antes por José María del Rey; la huerta del Recreo, del mismo propietario; la de Raspilloso o Fuente de la Cierva, de Teodora Barba, y otras muchas huertas, próximas a Mairena y el Viso, cuyos pozos funcionaban constantemente durante el verano sin agotarse.

Con no poca sorna, invitaba al alcalde y a los miembros de la comisión municipal que no creían en la existencia de tales manantiales, a hacer una excursión por los Alcores para contar los pozos y norias y comprobar que excedían de cincuenta. Estimaba que de cada uno se extraían cien metros cúbicos al día, empleándose para riego unos cinco mil metros cúbicos diarios de aguas de inmejorable calidad. Y esto sin salir del pago, pues a cuatro o cinco kilómetros estaba la cañada de Ronquera, en la vereda dé Sevilla a Carmona, donde había unas cuantas huertas, y al otro lado estaba Gandul, donde también abundaba el agua.

La gran abundancia de agua en una zona de tal amplitud y formada por alcores, confundía a los técnicos, que discrepaban sobre la naturaleza de la capa freática del acuífero. Consideraban algunos que resultaba imposible que fuese una única capa de tan amplia extensión superficial, pensando que serían acuíferos distintos, de pequeño tamaño, que se agotarían rápidamente si se explotaban para suministrar agua a Sevilla. Pero la evidencia contradecía estas impresiones. La propia compañía llevaba explotando el acuífero desde sus instalaciones de Santa Lucía en Alcalá de Guadaíra desde 1870 y no mostraba signos de agotamiento. Y un paseo por la comarca de los Alcores permitiría detectar la existencia de gran cantidad de pozos en huertas y haciendas situadas a escasa distancia unas de otras, sin encontrar amplios espacios sin ellos que denunciasen una separación entre acuíferos diferentes. Por el contrario, si se representasen en un mapa, estos pozos formarían una red que cubriría por completo la zona de colinas, evidenciando la continuidad del acuífero y su gran potencia de reserva hídrica.

El debate político sobre el agua se fue agotando conforme fue pasando el estío y en el otoño otros temas suscitaban la atención de la prensa. Mientras, los manantiales y pozos de los Alcores continuaban surtiendo de agua a pueblos, huertas y haciendas sin mostrar síntomas de agotamiento, ajenos al ajetreado debate del que habían sido protagonistas.

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