En huelga de hambre para reclamar su derecho al trabajo

Rebélate. Es el lema de campaña electoral elegido por Izquierda Unida para captar votos el próximo 20-N. Y cumplir con lo que dictan los altos cargos de su partido es ni más ni menos lo que ha decidido llevar a la práctica uno de sus afiliados, aunque a sus compañeros del comité local de Mairena del Alcor no les haya hecho ninguna gracia. José Campaña, un ciudadano en situación de desempleo, ha iniciado una huelga de hambre indefinida en la Plaza Antonio Mairena, sede del consistorio municipal, para exigir su derecho al trabajo. Algunos de sus compañeros en la coalición ven en el acto una ofensa a ellos mismos y a su propio partido, que actualmente forma equipo de gobierno junto a PP y PA en la localidad.

José no entiende el por qué. Sólo reclama lo que la Constitución le otorga por naturaleza, aunque hoy por hoy sea una utopía. “Hasta que no se me otorgue mi derecho al trabajo o no me saquen en camilla, de aquí no me muevo”, afirma con total entereza.

Lleva sin comer desde las 11 de la mañana del pasado viernes. La diarrea ya ha hecho su aparición tras pasar todo un fin de semana sin llevarse nada a la boca que no sea el agua, café o zumos que algunos vecinos y comerciantes de la zona le ofrecen solidariamente. Está agotado y se siente mareado. El ánimo empieza a decaer, no así su lucidez y capacidad de lucha: “aunque no lo tenga, seguiré aquí por mi familia. Eso es seguro”.

Sólo posee un chubasquero, algo de tabaco de liar y tres libros con los que pasar las horas muertas, que parecen haber sido elegidos a conciencia por la fatalidad: Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, La balsa de piedra, de José Saramago y Confieso que he vivido, de Pablo Neruda. Tras los ratos de lectura, su atención se centra en una señora mayor que intenta atravesar la plaza, a duras penas y paso de tortuga. Su caminar es tedioso y pausado, pero por su constancia consigue cruzarla con éxito. El reloj anuncia con sus campanadas el fin de una hora y la llegada de otra nueva. Soportarla es tarea de nervios cuando tu único compañero es un banco, ubicado a cuatro metros de la puerta de entrada del ayuntamiento.

“Soy jardinero y las zonas verdes no tienen el mantenimiento adecuado. Actualmente los jóvenes de la escuela taller son los que se encargan de su cuidado. Una mano de obra barata y encubierta. Si no tienen jardineros tendrán que contratarlos, sobre todo habiendo otros en paro en el pueblo y teniendo las administraciones la obligación de dar el trabajo a la persona más capacitada”. El ayuntamiento oferta dos puestos de oficial de primera en jardinería. El contrato sólo posee un mes de duración, pero novias no le faltan.

A Campaña, el SAE –encargada de la selección de personal- le inhabilita automáticamente la posibilidad de acceder al proceso de selección, según él, “por haber trabajado un mes en verano en el ayuntamiento en un puesto que se ofrece a las personas en situación de precariedad económica”.

En esta bolsa de contratación del ayuntamiento se valora más el hecho de rotar a los trabajadores en tiempos de crisis, para que así todos los vecinos tengan las mismas opciones de trabajar, a la propia formación personal. “¿Si falta el cirujano ponemos al celador a operar? Pues de la misma forma deben contratar a jardineros. ¿Quien mantiene las zonas verdes un peón de albañil, un electricista?, señala”.

Según asegura el propio indignado, el alcalde Ricardo Sánchez –PP- y Carlos Copete, portavoz local de IU, han intentado convencerle para que desista, y le han asegurado que se va a contratar a más personal en el futuro. Pero él no puede esperar más. La hipoteca que firmó justo antes de quedarse desempleado, de 730 euros mensuales, junto a los gastos de agua o electricidad oprimen a su familia, como a tantas otras de nuestra provincia, que registra una de las tasas más altas de desempleo en España, al borde ya del 28% e in crescendo.

Pero el problema es que no hay trabajo, y personas que subsisten bajo el umbral de la pobreza hay cada vez más en nuestro pueblo. La crisis ha provocado en la comarca de Los Alcores en general un aumento drástico del número de personas que malviven. Esta recesión incluso ha conseguido crear un nuevo perfil del pobre. Ahora es una persona joven, que paga casa y coche, y entre tantas deudas no le queda nada para vivir. Lo dice Pepi Peña, coordinadora de Cáritas Parroquial en Mairena del Alcor. Una entidad que ha tenido que incrementar enormemente sus esfuerzos en los últimos tiempos para lograr hacer frente a las necesidades de sus vecinos.

Pero José Campaña no espera limosnas a cambio de su silencio. Quiere trabajar, como tantos otros, con la salvedad de que él sí se ha cansado de acudir al INEM a esperar ofrecimientos caídos del cielo entre sus largas colas, y ahora exige cuentas a la clase política, encargada de velar por sus derechos.

Asegura que no cesará en su empeño hasta llegar a las últimas consecuencias, si fuera necesario. Antecedentes no le faltan. Hace poco más de un año caminó desde su localidad hasta Madrid. Recorrió cientos de kilómetros y estuvo varios meses acampado frente al edificio del Congreso de los Diputados. Por aquel hecho fue bautizado por los medios nacionales como “el caminante obrero”. Recientemente, además, ha protagonizado dos intentonas de encierro en el edificio del consistorio de Mairena. Ahora, prefiere exponer sus vergüenzas –la de todos nosotros, en mayor o menor medida- en público, a cambio de un trozo de dignidad.

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