Todo eran risas…

Por Vicente de los Ríos

Hasta que llegó septiembre.

Comienza la cuenta atrás para la “vuelta al cole”, y la sensación del trabajo realizado tanto por el Ministerio de Educación, como el de la Consejería, es la del mal estudiante que busca la mínima excusa para posponer el sentarse en la silla para trabajar en la materia de la que se examina.

Una vez más queda demostrado que en nuestro país da igual el color político, unos rojos, y los otros azules, naranjas y verde envenenado, unos de izquierdas y los otros de derechas, la realidad es que ni gobierno central ni autonómico son capaces de organizar un inicio de curso con las suficientes garantías como para que la comunidad educativa esté medianamente tranquila.

Este tipo de situaciones son las que se dan en países en los que cualquiera puede acceder a la política, y cualquiera, sea cual fuere su formación (contando con que la tenga) o su experiencia laboral, puede gestionar las competencias de un ministerio, consejería o concejalía de un ayuntamiento, bajo el único criterio del cambio de cromos y del descarte.

Son ya varios meses en los que la Ministra Celaá lleva lanzando la pelota al tejado de los consejeros de las comunidades autónomas. Dirá la vasca, que la patata caliente se la coman aquellos que tienen competencias en materia de educación, demostrando un infinito desprecio y muy poca sensibilidad con los que verdaderamente estamos y vamos a sufrir las consecuencias de su mala gestión, la comunidad educativa.

En la otra orilla, nos encontramos con la prepotencia de los que se creen “todopoderosos” y hablan por encima del hombro, muy venidos arriba llegar a la presidencia de la Junta de Andalucía sin haberlo ni imaginado. Esta prepotencia les ha llevado a proponer situaciones tan ilógicas y tan poco planificadas como limitar a un tercio o a la mitad el aforo en hostelería, o que las consultas médicas sean telefónicas, pero sin embargo, el número de niños por aula siga siendo el habitual. Se os ve el plumero, señoritos a caballo. El dinero público es para gastarlo en los servicios públicos, y en este momento Educación necesita de una fuerte inversión para conseguir una verdadera seguridad en las aulas.

Aun así, para ser “chulo” y prepotente, hay que ser valiente, decidido y creer firmemente en lo que uno dice y hace, pero todo esto dista mucho de la actitud del gobierno andaluz, que da un pasito hacia atrás, exigiendo a Celaá que coordine lo que por competencias le corresponde a Andalucía, sobre todo viendo como las direcciones de los centros educativos, los inspectores y las inspectoras de educación de Andalucía, el colectivo docente y, ahora también, las familias (con la iglesia hemos topado) se plantan ante las mentiras de Imbroda y su equipo.

Me da mucha pena que hayamos tenido que llegar a esta situación para que la comunidad educativa camine unida, defendiendo al unísono lo justo, una educación de calidad, con los recursos materiales, personales y sanitarios adecuados y con unos mínimos de seguridad para que podamos asistir de manera presencial a los centros e incorporar a nuestra labor docente aquello que se pierde en la distancia, lo emocional, que es uno de los componentes fundamentales del aprendizaje.

A ustedes, los políticos, los que tienen en sus manos el futuro de millones de personas, sean serios y coherentes, y tengan en cuenta que lo difícil no es ganar unas elecciones, o llegar al poder sin ganarlas, sino el trabajo y la gestión del día después.

Todo eran risas… hasta que llegó septiembre.

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