Un mar de campos de labor
Las calles del pueblo estaban llenas de gente. Un hervidero de personas de allí para acá. Transcurría el final de la tercera semana de agosto. El calor de la última hora del atardecer concedía una tregua a los vecinos y todos se movían buscando el fresco –casi inexistente– del exterior. En las puertas de las casas se hacían corrillos, unos sentados, otros dando un paseo y los niños jugando en el agua de la fuente Gorda. Francisco iba montado a la grupa de un mulo cuyas riendas llevaba Diego, su hermano mayor. Absorto en sus pensamientos presenciaba con indiferencia la escena urbana.
–¿Tardaremos mucho en llegar a la era?
–Falta media hora –respondió Diego.
–Nunca he estado allí pero padre me ha contado muchas historias sobre ese lugar.
–Ya tienes trece años y es hora de que veas con tus propios ojos el trabajo que allí realiza toda la familia.
-Sí, pero: ¿será peligroso estar toda la noche tan lejos de casa? ¿Pasaremos frío durmiendo al raso?
–¡Qué va! No debes preocuparte por nada. Ya verás, ¿qué te apuestas? El año que viene serás tú quien nos pidas repetir esta experiencia.
–Te revelaré un secreto. Mi propósito es contar todas las estrellas que se ven desde la era. Oí decir que, en el campo, el cielo se ensancha y permite contemplar la totalidad del firmamento.
Eran las nobles pretensiones de Francisco, quien constantemente alimentaba la curiosidad acerca de todo lo relacionado con la naturaleza y el universo. A lo largo del trayecto, su hermano le fue relatando en qué consistía la trilla y qué se encontraría al llegar a la era del pago del Barral, a la orilla del arroyo de Alconchel. Una de las más grandes de la vega de Mairena. De planta circular y empedrada con cantos rodados, la era limpia se utilizaba para el trillado del cereal, es decir, el triturado de la semilla. Durante horas, un trillo tirado por una mula giraba dando vueltas sobre su superficie. Posteriormente se efectuaba la labor de aventar o separar el grano de la paja. La era disponía de una ligera pendiente que evitaba que se encharcara en época de lluvias. Estaba bien localizada y orientada hacia los vientos dominantes para que facilitasen la obtención del grano. Otra era o era sucia estaba destinada a la producción de cisco o picón. Junto al cobertizo, donde se almacenaban los sacos de grano, Francisco no pegó ojo en toda la noche; resguardado en el chozo y observando por un agujerito la inmensidad del cielo estrellado.