La cornisa. Un pliegue en el tiempo
–Se acerca la fecha indicada en el calendario solar. Faltan tres lunas para la ceremonia de iniciación donde los jóvenes tomaréis las riendas de nuestra comunidad –dijo el chamán a su aprendiz.
–Estoy expectante. ¡He oído tantas historias a lo largo de estos años sobre esa celebración ritual! Pero me causaría una honda preocupación no estar a la altura cuando sea yo uno de los que asuma esa responsabilidad. Cuando fallecieron mis padres la comunidad se hizo cargo de mi crianza y educación. Son muchos los motivos que tengo para agradecer cuanto han hecho por mí hasta hoy.
–No debes angustiarte. Todos hemos vivido esa situación cuando teníamos tu edad y, gracias a los ancianos que nos han ido orientando, estamos en disposición de hacerlo ahora con vosotros. Y dejémonos de palabras, ya esperábamos esto de ti. ¿Sabes qué son estas piedras sagradas? ¿Y para qué sirven? Muchos de tu edad, lo sabrán después de su iniciación pero tú recibirás ahora unas nociones para que me asistas el día tan esperado por todos.
–Me embarga la curiosidad, al tiempo que me sobrecoge el alma poder tener al alcance el conocimiento heredado de nuestros ancestros –respondió el aprendiz.
–Así es, siéntete una persona privilegiada y escucha con atención: “los ciclos creciente y decreciente del sol y el nacimiento y la puesta del sol de un año lunar marcan el ritmo vital y espiritual de nuestro poblado. Puedes comprobarlo en esas cuatro circunferencias concéntricas, rodeadas de pasillos circulares labrados a modo de surcos y circunscritas por una elipse. Esta cuenta con piedras que son marcadores del paso del tiempo y se corresponden con los ciclos lunares. Su eje mayor está orientado al altar de aquella loma del escarpe que está al sureste, por donde sale el sol el día más pequeño; en el solsticio de la estación fría, es decir, el inicio del ciclo creciente. Todo ello influye en la siembra y las cosechas de los cereales, leguminosas y otras semillas; y en la recolección de los frutos de árboles y arbustos, necesarios para la subsistencia. Ahí tienes el otro extremo de la elipse, orientado a la sima –en forma de luna en cuarto menguante– al noroeste o al ocaso del día más grande y el inicio del ciclo decreciente, en el solsticio de la estación seca. Un sistema que forma parte, además, del lenguaje y la comunicación con las divinidades que rigen el universo. A eso se destina el resto de círculos, al calendario y la organización de los rituales fundacionales, a la fecha que rememoramos la gloria de nuestros antepasados, a las predicciones adivinatorias y a la llamada e invocación a la naturaleza”.
Entre el mito y el rito, así fue un día en el observatorio prehistórico del puerto de El Acebuchal, ubicado en la cornisa del escarpe de Los Alcores y descubierto no hace mucho tiempo.