El mito de los rituales festivos
—¿Qué conoces de la fiesta de la cosecha? ¿Has escuchado a tus abuelos contar historias antiquísimas de las festividades que se celebraban en nuestra comarca cuando llegaba la siega?
—No, lo único que sé es por propia experiencia. Las fiestas de esa época del año son las romerías de algunas localidades y ‘las cruces’.
—Vas bien encaminado porque son distintas expresiones populares de una misma cosa. La fiesta cambia con los tiempos, es un rasgo vivo de las culturas que le dan forma y por eso también desaparecen, como en este caso.
—¿A qué te refieres exactamente?
—Al misterio que encierran los ‘ritos de paso’, es decir, la expresión antigua de los pueblos y comunidades agrícolas que manifestaban cíclicamente la relación telúrica entre el hombre y la naturaleza. Nuestros antepasados cruzaban a lo largo del año por etapas cruciales de su experiencia vital, por ejemplo la iniciación de la vida en comunidad o el despertar de los sentidos, el desarrollo o la madurez de sus actos y el sabio envejecimiento de quien ya lo ha visto todo.
—Hablas de cuando la humanidad cambió el modo y la concepción del mundo a través del sedentarismo; y la agricultura y ganadería fueron convirtiéndose a lo largo de los siglos en la base de la civilización.
—En efecto, desde hace más de tres mil años y, hasta mediados del siglo pasado, ha prevalecido la dependencia de los ciclos estacionales y climáticos para la fecundación de las semillas y la reproducción de los ganados. Pero te preguntarás qué tiene que ver eso con las fiestas. Pues muy sencillo, la fiesta conseguía hacer del motivo central, la recolección de las mieses —dura, rutinaria y jerarquizada—, algo simbólico, estético, plástico, colorido, especial, no habitual y extraordinario. Existían adornos urbanos y domésticos, bailes florales y ‘cantos de siega‘. Todavía, comarcas andaluzas, no muy alejadas de aquí, los conservan.
—Entiendo que las fiestas también tendrían un componente social, emotivo y placentero. A la vez que perseguían la cohesión e identificación del grupo, ¿no es así?
—Por supuesto, ahí radicaba su éxito. La fiesta, de ayer y hoy, tiene una doble función: por un lado refuerza los lazos de la colectividad pero también en ella se concede permisividad y se da rienda suelta a una serie de expresiones y acciones como no sucede en el resto del año. Y todo ello debido al carácter social e igualitario de la misma y al ambiente desinhibido que se propicia. Aunque no olvidemos que, ante todo en el pasado, su sentido estuvo ligado a la invocación a la fertilidad de los campos, las rogativas de lluvias y ofrendas de agradecimiento como tributo; que iban más allá del resultado de los trabajos agrícolas, las vicisitudes o los riesgos. Los rituales festivos ligados a la cosecha revivían los ancestrales cánticos a la primavera y la exaltación a la vida —dependiendo de la mentalidad popular de cada sociedad—, evolucionando de lo mítico a lo místico, de lo pagano a lo religioso y así hasta nuestros días.
—Ahora que lo dices, en la casa de un amigo recuerdo haber visto cuando era niño un muñeco elaborado con la última gavilla: él lo llamaba el ‘espíritu del trigo‘.