Con el joven Manuel Domínguez. Mairena del Alcor llega a los ruedos

A quienes duden de si con sólo 16 años y siendo estudiante de ESO se puede alguien coronar con una aureola de popularidad y crear tendencia, basta con remitirlo a que mire la figura de Manuel Domínguez Arenas, el joven torero de Mairena del Alcor, que ha sorprendido a todos con su arte ante el toro.

Por obra y gracia de este -por ahora- novillero y aún adolescente, las plazas de toros palpitan de emoción al calor de una afición que le admira con pasión mientras la prensa, con un Canal Sur de punta de lanza, le encumbra entre elogios merecidísimos, y un apoyo que proyecta desde la ilusión la certeza de hallarnos ante un nuevo fenómeno en el mundo del toreo, precisamente cuando no todas las aguas del cauce de este antiguo arte navegan en pro de su fomento y promoción.

¿Y qué decir de su pueblo, esta Mairena del Alcor no particularmente taurina hasta ahora -salvo honrosas excepciones- que gracias a él se quiere hacer oír en el mundo del ruedo, un mundo al que se incorpora por la puerta grande de la mano de este casi niño. Pues Manuel Domínguez agita la muleta con la misma naturalidad con la que se enseñorea en sus pases ante el morlaco, o enfila su estoque en el trance final del combate toro-hombre. Pareciera que el toreo naciera con él, o que se manejara en ese arte con la misma ingravidez de un querubín de elegante movimiento frente a un animal enorme envueltos en un mar de albero amarillo.

Sí, el mundo del toro y su pueblo de Mairena admiran a Manuel Domínguez, porque a todo este corolario de méritos que adornan su precoz éxito se une el de venir de una familia que nunca fue taurina, por lo que ha sido él quien abrió brecha para llevar la afición a su familia además de a su pueblo, a la par que despierta admiración por los cuatro puntos cardinales de Andalucía y España.

Siendo sincero, Manuel te confiesa que al principio le costó un poco que su familia se tomara en serio aquella afición temprana, infantil, de querer ser torero casi desde que comenzó a andar, y que siempre tuvo tan clara. Benditos aquellos que despiertan a su vocación tan tempranamente, porque suyos son el éxito y la gloria, de tal modo que vencidas las reticencias, llegó la hora de hacerse con la primera muleta y dar los primeros pases en la nave de su abuelo Manuel El Serrano, el que lleva en su DNI el mismo nombre que joven novillero.

Con ese artilugio que los taurinos llaman ‘carretón’, y bajo la dirección primero de Alfredo Covilla, y más tarde de Luis de Pauloba y Curro Sierra en la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, comenzó su trasiego. Luego, con las bendiciones de los expertos, saltó a los ruedos tras dejar atrás la etapa de ‘becerrista’ y la obtención del diploma de novillero, siendo esta una etapa que Manuel espera abandonar pronto para convertirse definitivamente en torero oficial, un título que en la práctica ya se ha ganado ante la afición.

Una afición la de Manuel que ya es mucha, y aunque no descuida sus estudios, tampoco desperdicia la ocasión de un entrenamiento, sea en su escuela o en el siempre estimulante campo para las capeas. Un factor que añadir es la buena forma física, cuidarla para dar en el ruedo un rendimiento óptimo. Cosas que no descuida.

Con la humildad por bandera, los ruedos se deshacen en vítores y aplausos ante este niño mairenero que admira a todos los grandes de la historia del toreo, desde Antonio Ordóñez a Manolete, pasando por Joselito El Gallo o Paquirri, por citar algunos nombres. De la vida, obra y milagros de todos se ha ido y se sigue empapando, como también sigue de cerca la actualidad de este mundo que tanto le sedujo desde muy niño.

También, y siempre queriendo superarse y aprender para hacerse él mismo, sigue de cerca a los maestros actuales del toreo, llámense Morante, Pablo Aguado, Juan Ortega, o El Juli, por citar nombres.

Siempre le fascinó el traje de luces, y aunque aún no cuenta con uno propio, sí dispone de dos, cedidos por su maestro Luis de Pauloba y el banderillero Manuel Ocaña. De colores claros, como a él le gustan, el niño de Mairena del Alcor brilla en lo ruedos que pisa, que ni son ni serán pocas en los próximos meses. Poco a poco se ha ido haciendo al peso y la incomodidad que estas prendas conllevan, y que no alteran para nada el ritmo estiloso y pausado de sus movimientos ante el mítico animal.

Preguntado por si tiene miedo, Manuel no duda en contestar que “quien diga que no tiene miedo está mintiendo porque el animal no se sabe lo que piensa”. Apostilla el joven que con el aprendizaje se va combatiendo ese sentimiento, y se agudiza el ingenio psicológico de descifrar al animal que se tiene en frente, “porque no todos los toros son lo mismo”, aclara. Eso sí, “ante el toro hay que ir con la verdad por delante, con franqueza y lealtad”, sentencia el apasionado joven, que aspira a llegar a máxima figura y a triunfar en la Real Maestranza de Sevilla, si bien eso de salir a hombros por la Puerta de los Príncipes “no puedo ni planteármelo por tanto como significaría para mí”, reflexiona.

Manuel, Mairena y su Feria

Como buen mairenero, Manuel Domínguez gusta de disfrutar la Feria desde pequeño, y si se le pregunta con quién la pasa la respuesta es automática: con la familia, y en sentido amplio, desde los padres y hermano hasta los primos pasando por sus abuelos. El lugar de encuentro y convivencia suele ser la caseta “Lo que tú quieras”, donde en asuntos como la comida, sus preferencias son de lo más común, y en cuanto a las atracciones, el tiropichón y los coches locos se llevan la palma.

El disfrute en la feria lo tiene garantizado en buen ambiente, una de las razones por las que prefiere la antigua feria ganadera de Mairena del Alcor por encima de cualquier otra. Y si se tercia incluso se arranca a bailar y cantar, aunque a él desde la timidez propia de su edad le cuesta reconocerlo. Pero su padre, que está presente en la charla, se encarga de apostillar que se conocen momentos suyos siendo muy niño en que se atrevió incluso a arrancarse por Camarón con afinado tino, gracia y compás.

Hablando con él no puede pasarse por alto la pregunta de rigor, que gira en torno a la posibilidad de incorporar el toreo a la feria mairenera, sobre lo que Manuel Domínguez no alberga duda en el sentido de que le vendría muy bien como complemento, más aún ahora que “el toreo está más vivo que nunca, por lo que sería un acierto”, sostiene. Aclara que un buen cartel de festejos contaría con el respaldo de la afición tanto del pueblo como de fuera.

En todo caso, con Fiesta Nacional o sin ella, lo que el joven novillero no duda es en desear a todos los maireneros y maireneras “que disfruten mucho en la nueva feria”.

Agradecimiento a Mairena por su calor

El joven torero no ahorra elogios de gratitud a su pueblo, del que sólo ha recibido cariño. Muy contento por lo conseguido, siempre sale al ruedo con la medalla del Cristo de la Cárcel al cuello, como otra reproducción en su pisacorbatas. Así, cuando salta al albero procura hacerlo con “la mente limpia, sin pensar en nada en particular”. Ese es otro de los dogmas por los que se rige.

Así es Manuel Domínguez, que no ahorra palabras de agradecimiento por las muestras de apoyo, aliento y cariño que está recibiendo de sus paisanos. Vivencias entrañables todas. como lo fue también el apoyo recibido en su importante corrida de Baena a finales del pasado verano, donde se desplazaron cinco autobuses desde Mairena para alentarlo desde las gradas. Y luego aquel fandango de Paco Morillo y letra compartida con Antonio Reyes, que escuchó junto a sus padres sobre el escenario de aquella misma Noche Grande del Festival Antonio Mairena.

Unos reconocimientos de su pueblo que no paran aquí, pues asimismo ha recibido de la Hermandad de Nuestra Señora de los Remedios Coronada un cuadro con La Patrona, y otro de El Cautivo con la imagen de su Cristo. Sin duda, unas imágenes señeras que harán de talismán protector en su recorrido por los ruedos.

Además, ya existe una peña taurina en su honor en su pueblo, con sede en el Bar Rodríguez para apoyarle y respaldarlo con sus cerca de 200 socios por ahora.

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