De la fantasía a la Memoria Histórica, y de la catarsis de muerte al humor surrealista
La segunda jornada de la Semana Internacional de Teatro de Mairena del Alcor continuó ayer viernes por la senda del calor. Al del público se sumó al climatológico para llenar los cuatro escenarios en los que se desarrolló la jornada. El aderezo definitivo lo pusieron otros ingredientes como la variedad temática y la calidad de las representaciones. Una oferta que abarcó desde el teatro infantil a la Memoria Histórica, y desde el humor surrealista a los cantos de paz, o los exorcismos de muerte girando en torno al eterno conflicto interior colombiano.
Dos de las apuestas teatrales fueron gratuitas mientras que otras tantas se ofrecieron a módico precio (3 y 5 euros). Entre las gratuitas, a la una del mediodía el teatro municipal de la Villa del Conocimiento y las Artes reunió a no menos de 350 niños que asistieron al espectáculo infantil de Historias Fabulosas, a cargo de Aseismos Producciones de Sevilla. Junto a la fantasía y el humor, la puesta en escena de la obra divirtió impregnando la estival mañana infantil de nobles valores.
Esta tónica de diversión y desenfado en clave de perfomance callejera tendría continuidad a las 23:30 con Ralov es…¡volar al revés!. Una puesta en escena que se llevó la palma de las risas y carcajadas en su formato de show desarrollado en la plaza del Ayuntamiento ante el pórtico del Cristo de la Cárcel. Sus protagonistas el dúo hispalense Mr. Vandelay Teatro, que salpicaron su actuación de canciones de The Beatles, insertadas en una sucesión de gags pletóricos de humor surrealista, juegos inteligentes de palabras (que recordaron a Tip y Coll), y una gestualidad rica en matices que no requirió de elementos adicionales para producir su efecto.
Aunque no todo fue ayer diversión, desenfado e inocencia en la II Semana Internacional de Teatro de Mairena del Alcor. Hubo contrapunto. El compromiso y la reflexión sobre temas de calado social e histórico, que marcaron el lado de la denuncia, el conocimiento y la divulgación de hechos y circunstancias tan prolongadas como injustas, con propósito de que no puedan volver a repetirse. Estas dos obras (las de pago de la programación del día) tuvieron por escenario los jardines interiores de la Casa Palacio de los Duques de Arcos. Aforo reducido de 200 butacas, todas llenas, y público de pie o semi acomodado en los bordes de arriates y jardineras.
Poco después de las 22:00 horas comenzó la primera: El canto de las moscas del colombiano Teatro Experimental Fontibón. Una pieza-denuncia de la violencia y la muerte que hace décadas asola al país sudamericano, sembrando de dolor y de ausencia de futuro a una sociedad ya hastiada hace tiempo, a la que como medicina se recomienda la canalización del dolor denunciándolo con la crueldad de sus efectos, un ejercicio de exorcismo encarnado por los actores a la búsqueda del cese de esa violencia inútil.
Para ello la compañía se sirvió de una imaginativa fórmula, pobre en elementos y desarrollada en torno a un enorme telón blanquecino, que resultó rico en efectos, pues lo mismo sirvió para emular la brisa y el aire que esparcen olor a muerte y sangre o gritos de horror; que de tierra y sepulcro, e incluso de mar del naufragio de las vidas estérilmente sacrificadas. El espectáculo se caracterizó además por la abundante ejercitación de bailes y danza, cánticos y proclamas pacifistas de resistencia. Inspirada en la obra poética de la colombiana María Mercedes Carranza. Para su ejecución, y en determinados momentos, bastaron el acompañamiento puntual de algunos instrumentos solistas, que incluso sirvieron para reproducir disparos de percusión.
‘Memoria Histórica’ de risas, llantos y emociones
Poco después de la 2 de la madrugada la jornada escénica se tomaría el merecido descanso, pero antes la representación de la Compañía barcelonesa de Alba Valldaura conquistó al público mediante una lluvia de sentimientos. Iaia. Memoria Histórica llevaba por título el montaje, en realidad un monólogo a cargo de la propia Alba. Ella sola, su hamaca, un telón, una mesa camilla con radio de cretona y alimentos, y un apropiado repertorio de canciones históricas y documentos sonoros relacionados con la historia de España y Cataluña durante el siglo XX. Fueron los únicos elementos necesitados por la actriz para impregnar de sentimientos consecutivos y contradictorios a un público que al entrar al patio ya era tentado por la curiosidad al verla a ella sentada en su butaca, caracterizada de anciana enferma henchida de recuerdos, pero no demente.
A partir de ahí, su periplo vital serviría de hilo argumento traducido en multitud de registros interpretativos: divertidos, tiernos, dramáticos, e incluso pedagógicos, que no dejaron a nadie indiferente. Desde su infancia y crianza –incluyendo la dureza de la violencia doméstica-, a su noviazgo y matrimonio, la guerra y sus efectos, las penurias y contadas alegrías, pasando por una impresionante recreación pseudo humorística de la guerra civil, sin más puesta a punto que un juego de sombras tras un telón blanco. Todo hasta culminar en un final con mensaje: venganza no, pero recuerdo sí para no repetir los hechos. Mensaje recibido y méritos reconocidos por el público con su interminable ovación a la prometedora Alba Valldaura. De hecho, no faltaron quienes abandonaban los jardines con la emoción contenida o indisimuladas lágrimas en los ojos. Eso es teatro.