Entrevista a Salvador Távora, homenajeado en el III Encuentro Internacional de Teatro Joven
Salvador Távora, la más internacional y definitoria figura del teatro andaluz de nuestros días, será homenajeado en la ceremonia inaugural del III Encuentro Internacional de Teatro Joven de Mairena del Alcor el próximo 7 de agosto. El actor, director y dramaturgo, líder y alma de la compañía sevillana de La Cuadra, no sólo cuelga en sus vitrinas la más variopinta gama de distinciones, sino que además se muestra particularmente encantado por el nuevo galardón, que recibirá de un pueblo al que su teatro ha llegado en diversas ocasiones acompañado por el gran éxito. El flamenco como una de las formas de expresión del alma y cultura andaluzas que incorpora a su teatro, y que con tanta prodigalidad y personalidad se cultiva en el pueblo, suma a esa satisfacción que Távora destaca en torno al reconocimiento, del que valora y subraya de igual modo el que tenga como marco un certamen intergeneracional e intercultural. Entiende el escenógrafo independiente, con su grupo de aproximadamente 15 actores acompañantes y 40 años de tablas a las espaldas, que ello representa otro valioso aporte a esta forma de expresión que para él es social además de cultural.
Señor Távora, este nuevo reconocimiento viene a sumarse a otros tantos que ya ha recibido, ¿qué opinión le merece que se agasaje así a personas que han destacado en sus facetas?
Estoy encantado porque estas cosas siempre causan un estímulo en quienes las reciben, y en el caso del teatro resulta muy necesario. Por eso lo acepto con una sensación magnífica. El teatro está falto de ellos, y el hecho alcanza mucha mayor relevancia al tratarse de un encuentro en el que los jóvenes y los veteranos vamos a ayudarnos y reforzarnos. Encuentros como éstos son necesarios.
Usted acopia ya excelsos reconocimientos como la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, Premio Andalucía de Teatro, Andaluz del Año 1993, posee una calle y un teatro en Sevilla y es Hijo Predilecto de la ciudad, además de poseer la Cruz de San Jordi. ¿Cómo recibió la noticia de este nuevo galardón?
Por teléfono. Fue una gran alegría. Lástima que las expresiones faciales no se transmitan por teléfono. Y siendo en Mairena ya ni le cuento. Hemos estado allí otras veces con nuestros espectáculos siendo siempre magníficamente acogidos. Y también porque es cuna del cante, un elemento dramático del que hemos nutrido nuestro teatro de forma destacada. Por otra parte, si entramos en el terreno de la amistad que me une a Mairena ni le digo. Mairena es para nosotros un sitio muy especial.
Le parecen bien los encuentros de esta naturaleza.
Sin duda esta iniciativa teatral es altamente positiva, pues el teatro se enriquece con tanta variedad y diversidad, evitando al tiempo que se despersonalice. Y si unimos esto al hecho de los reconocimientos como al que nos referimos en sí, justo es destacar la contribución que hacen a la continuidad de una actividad tan antigua, pues hermana lo hecho con el futuro, ayudando a abrir camino. Eso sin entrar en el impacto sobre esta aventura que diez o doce personas protagonizamos, o el que a través de él se valore la cultura de todo un pueblo como el andaluz. En síntesis, todo homenaje es una ofrenda de cariño, y en el caso de Mairena lo es de personas cercanas. Lo cual se agradece mucho, pues estimula cuando se desarrolla una actividad tan artística como poco mercantilista, porque la estimula y ayuda a proseguir.
Cuarenta años de escena y siempre investigando. Ése en su caso, pero ¿qué es para usted el teatro y cómo lo entiende con ese bagaje?
Cuarenta años de teatro configuran una trayectoria impresionante, porque el teatro como lo entendemos nosotros es más como cultura que divertimento. Por esa causa requiere también investigación, ya que todo lo que se plasma a través de él procede de una cultura, en nuestro caso la andaluza, con un acervo y una personalidad propia magníficos. Y no sólo en orden a la palabra, el alfabeto o tema; también por la forma.
¿Por qué remarca ese carácter cultural a ultranza del teatro?
El artista sólo tiene una forma de expresión que es el arte, y el que elige el teatro debe de ser consciente de que le puede incorporar cualquier forma de manifestación cultural, desde el gesto a la palabra, desde el salto del saltimbanqui a la patada de un bailaor… Cualquier cosa que emocione sin modificar la forma puede ser perfectamente incorporado como elemento cultural al teatro.
¿Cómo ve al teatro en este momento?
Con preocupación porque se está alejando mucho del compromiso para irse a la diversión. Además porque se observa y aprecia un despegamiento de buena parte del público en beneficio de otros modelos de teatro más prosaicos cuando el teatro debe ser de piel a piel, de persona a persona.
¿Cuál cree que es la razón de ese fenómeno?
El teatro no goza de buena salud porque es fruto de una crisis de creatividad por influencia de muchos elementos conservadores. Hay que conseguir un teatro de tipo popular que se sienta a la vez que se entiende.
¿Cómo piensa que puede superarse eso?
Se necesita apoyo moral de la dirigencia para que no decaiga. No hablamos de dinero sino de medios para que desde el poder se canalice la creatividad. Todo para obtener un resultado en línea con lo que ocurre en otros sitios, sobre todo Europa, donde este impulso acaba provocando que repercuta en la personalidad que muestran dichos teatros. Eso aquí nos falta.
A su edad y en tiempo de agasajos y nimbamientos, ¿le quedan aún ganas y fuerzas para nuevos proyectos?
Pues sí. Tenemos en proyecto hacer un espectáculo desde el que rescatar todo lo conseguido y lo más celebrado en todos los espectáculos que hicimos durante más de 30 años. Se llamará “Caminando en molinos de viento”, y su estreno está previsto para finales de septiembre o comienzos de octubre.
Estamos terminando, y lo hacemos volviendo al homenaje en Mairena del Alcor. ¿Tiene algo preparado ya para ese momento?
No. Prefiero la espontaneidad y confiarlo todo a la emoción del momento, de ese instante tan bonito. Con el deseo de que ese día la unidad sea lo fundamental en el sentido de caminar hacia delante y nunca hacia atrás, que haya un poco de acuerdo en lo que digamos.