Historia sentimental de la calle
Pequeñas casas de labradores y hortelanos rodeaban el flanco norte del perímetro de la barbacana del castillo. A pesar del importante suministro de agua del aljibe que suponía un depósito permanente bajo el suelo del patio de armas, un estrecho sendero protegido se abría paso –no sin dificultad– entre el desordenado caserío y bajaba hasta la orilla del arroyo. Una senda, una trocha, una hijuela de escasa anchura; son las huellas del posible origen de la calle Coracha. Una vía puramente funcional que cumpliría la misión encomendaba: abastecer en caso de asedio al recinto amurallado y, en extensión, a toda su población.
–Cuesta bastante imaginar el paisaje rural y pastoril que rodeaba este sitio solo al ver la fisonomía del actual paisaje urbano.
–Y mucho más después de al menos cuatrocientos años de ocupación humana ininterrumpida sobre los solares que abren sus puertas a esta calle.
–Sin embargo, un detalle llama mucho la atención. A medida que descendemos se estrecha la franja temporal. Existe un contraste entre la antigüedad de este lugar y la breve historia de los terrenos situados al otro lado; justo al atravesar la ronda histórica de la calle Ancha.
–Es cierto, porque los nuevos barrios de las huertas Cantarito, Pablo y Nueva no tienen más de cincuenta años. De ese modo, la calle Ancha se convierte en un túnel del tiempo.
–Se pasa de la Mayrena perdida en la memoria de sus moradores, y sin evidencia arqueológica alguna, a las crónicas del último tercio del siglo XX. Y todo ello a escasos doscientos metros del centro de la villa medieval, como sucede también a las calles del Arco y Esclava.
–Mi abuelo trabajó la tierra de esas huertas y siempre nos habló de la existencia de robustas y sólidas canalizaciones enterradas que cruzaban, sin orden aparente, esas fincas bajo los cultivos ¿Eran restos de caseríos de otra época o estructuras defensivas de una cerca o muralla hoy invisible? ¿O simplemente se trataba de conducciones de agua desde las bocaminas de la calle San José hasta el Hoyo de la Desesperación, en el cruce de la carretera con la calle Ronquera?
–Los abuelos de mis abuelos, según el testimonio de mis padres, no conocieron otra cosa distinta a la que dices; pero sí contaban que siendo jóvenes todavía recordaban el paso de pequeñas albinas a los pies de la calle Coracha. Y en temporadas de lluvias torrenciales, las crecidas hacían que la corriente arrastrara con violencia tierras, piedras y ramas hasta los primeros corrales y huertos de sus casas; cuyos vecinos se veían obligados a contener las aguas colocando tablones para evitar males mayores.