El tío Enrique

Llegó acompañado de una buena familia. Procedente de Huelva. Eran los años 40 del siglo pasado. Y la provincia onubense pertenecía a la archidiócesis de Sevilla. Mairena era relativamente pequeña, de siete a ocho mil habitantes, pero una buena parroquia.

Le acompañaba su hermana viuda con cuatro hijos, Antonio, Carmelita, Pepito y Loly (si no me equivoco) y su cuñada, también viuda, con su hija Carmenchu. Pero la casa parroquial era hermosa. Lo que hoy es Cáritas y el despacho era la sala del párroco, alrededor del patio, que se conserva, y que tenía un hermoso jazmín. Junto a él estamos fotografiados Domingo (el de Julián) y yo en nuestra comunión. Bello recuerdo.

D. Enrique, lógicamente entonces, celebraba de espalda al pueblo y se sentaba no para predicar, sino para leernos la pastoral del cardenal Segura en el boletín. La misa se cantaba en latín, en gregoriano, con Anselmo al armonio y las jóvenes (buena voz la de Carmenchu) ponían sus voces cuando no lo hacía el sorchantre. D. José el sacristán subía y bajaba las escalinatas con dificultad.

Doña Dolores era el alma de la pastoral, centrada en mucho culto, Sagrado Corazón, Perpetuo Socorro,… Rafaelito y su hermano José daban vida a la Sacramental. Fernando Gallego, Jacinto formaban a los adolescentes. Jóvenes en los círculos de estudios. Pepita Martínez animaba las catequesis, que se daba en los banquitos de la parroquia. Respondiendo a aquellos tiempos había vida parroquial.

José María Vázquez Soto vino a ayudar a D. Enrique como coadjutor. Buen poeta pasaría luego a llevar la dirección de la Colombina, siendo responsable de su archivo. Compaginó bien en la tarea con D. Enrique, creo que vivió en donde actualmente está la casa parroquial. Pero no estuvo mucho tiempo entre nosotros.

En sus tiempos como párroco fuimos varios los que ingresamos en el Seminario. Juan Manuel Domínguez Peña, que hoy es el que lleva más tiempo en el sacerdocio (sobre sesenta años). Andrés Pérez López (que marchó a Huelva) y yo, los hermanos Pérez Puerto, etc. Fueron años fructíferos en este sentido. Eran los años en que el seminario estaba lleno, más de trescientos, y salían tandas numerosas de sacerdotes ordenados. Entre ellos Fernando Isorna.

De los sobrinos de D. Enrique, Antonio falleció joven entre nosotros. Carmelita contrajo matrimonio con Agustín Jiménez, médico y alcalde de Mairena varios años. Pepito también estudió medicina, casó con mairenera y desarrolló su tarea en Carmona, donde falleció. Loly (la única que hoy vive) marchó a Osuna con el resto de la familia, acompañando a su tío. Vivió muchos años casada en Ponferrada y es madre de familia numerosa.

Un buen grupo de maireneros enriquecimos la fe en los años pastorales de D. Enrique Pruqqer. En 1957 terminó su larga etapa cediendo la “antorcha” en el relevo a otro Enrique. López Guerrero, que pastoreó esta comunidad más de cincuenta años. Ha sido el párroco de Mairena de más tiempo de labor parroquial, al menos que hayamos conocido.

No sé si quedaron algunos que recibieron con él, D. Enrique Pruqqer,  el sacramento del matrimonio. Es difícil. Sí que fueron bautizados y hoy son personas adultas. Y como dije antes, a Domingo y a mí nos hizo participar en la comunión. Participó mucho en el confesionario. Visitó enfermos. Eran los tiempos en que el Viático se llevaba solemnemente con toques de campanas y acompañado de faroles. Tiempo en que los enfermos y misas de difuntos tenían diversas “categorías” y “capas”.

Enrique Pruqqer, Enrique López han llenado una gran etapa de la vida de la Iglesia en Mairena. Su recuerdo está bien grabado entre nosotros. El tío Enrique trajo una familia numerosa consigo y dejó una gran familia de fe entre nosotros. Merece nuestra gratitud.

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