Como en los viejos tiempos
Calurosa, así se presentó la noche de la Gala del LV Festival de Cante Jondo Antonio Mairena. Pero a pesar de la temperatura, un cambio con respecto a las frías noches de festivales pasados, el cartel prometía y ya a las 21,30 de la noche, la entrada al Auditorio estaba llena de aficionados que esperaban ansiosos.
La dicha de enfrentarse a un patio de butacas lleno, cambió el ambiente. Se respiraba arte mientras se escuchaba a un grupo venido de La Puebla de Cazalla que calentaba las palmas a ritmo de bulería previendo la noche que les quedaba por ver. Ansiosos e impacientes, así era el público sentado en el segundo y tercer tramo del Auditorio, mientras que el primer tramo se presentaba tranquilo y conservador. Entre ellos, se encontraban críticos y cantaores de renombre traídos por el cartel de la noche.
El presentador, el periodista de Canal Sur, Manuel Curao, no pudo haber escogido mejor las palabras en toda la gala y nos presentó a cada uno de los artistas haciendo que los conociéramos de toda la vida y apreciáramos el arte que nos traían.
El primero en subirse a los escenarios fue Rancapino Hijo con la guitarra de Antonio Higuera. De pie, así empezó el cantaor. A solas la voz y la guitarra para abrir el recital con la malagueña del Mellizo como hacía Rancapino Padre. Acompañado más tarde por las palmas de Manuel Cantarote y Jesús Rubichi, Rancapino se atrevió con alegrías, seguiriya, fandango y bulería, habiendo dedicado la seguiriya a su padre, que se encontraba entre el público.
Rancapino estuvo fantástico, pero su actuación no encandiló al público al punto de hacer que se levante. El público de Mairena es difícil y ni siquiera la estirpe de Rancapino consiguió que se levantara de la comodidad de la silla.
Un poco más encandilado estuvo con la actuación de Argentina. La joven onubense llegó acompañada del guitarra José Quevedo ‘El Bolita’. La potencia de la voz de la cantaora llenó el Auditorio con una mariana en recuerdo al gran maestro Menese.
Cuatro años hacía que esta artista no pisaba el escenario de Mairena y así lo recordó, con cariño y entrega en sus cantes, entre ellos, una soleá dedicada a otro gran maestro fallecido recientemente, Paco Taranto.
Dejaba Argentina el escenario y Antonio Carrión tomaba la guitarra para homenajear al cantaor José Menese. Se vivieron momentos muy emotivos como el abrazo entre Carrión y la mujer de Menese, Encarna, o la lectura del Concejal de Cultura de la Puebla de Cazalla, Miguel Ángel Rivero, de un texto redactado por el escritor jerezano y Premio Cervantes, José Manuel Caballero Bonald, quien lo acompañó desde los inicios de su carrera.
Antonio Carrión, guitarrista de Menese durante la última etapa artística de su vida, interpretó durante la lectura un solo de guitarra, tras el cual las autoridades locales entregaron a los familiares del cantaor el Crisol del Cante Jondo, un busto de Antonio Mairena en bronce, obra de Jesús Gavira.
Después de tan emotivo momento y un descanso bien entrada la noche, llegaba el turno del baile. Lo que se vivió encima del escenario con El Farru sólo se puede describir como pasión, arte, sentimiento y compás. Venía con ganas a este festival y así lo demostró con el poderío de su taconeo. Lo dio todo en el escenario. Recordemos las palabras de Manuel Curao al presentarlo como perteneciente a esa generación de los gnomos flamencos, nombre que recibieron de pequeños «porque bailaban como si tuvieran un viejo en la barriga».
Tras el Farru y desde Jerez de la Frontera, actuó la La Macanita con esa voz rota que la caracteriza. La jerezana brilló por su temple y pellizco. Acompañada de Manuel Valencia a la guitarra, dedicó su actuación al fallecido José Menese, homenajeado de la noche. Cantó por soleares, bulerías y terminó cantando de pie y sin micro, dando al público todo lo que llevaba dentro y esbozando un taconeo antes de abandonar el escenario.
Para cerrar esta gran gala, qué mejor que un mairenero. Y así llegó, cerca de las cuatro de la madrugada el cantaor Antonio Ortega Hijo acompañada de la guitarra de Manuel Herrera. Era la octava vez que Antonio se subía al escenario de este Festival y hacía 10 años que ganó el concurso. Utilizando sus palabras, “era un gusto estar en la catedral del cante esa noche”. A la memoria de José Menese, Ortega cantó por soleá, tangos y seguiriya.
Fue una gala como pocas se han visto. Un cartel lleno de historia, de estirpe, de familia. Si algo vimos en el escenario fue el arte de cada casa, porque todos son descendientes de grandes cantaores y bailaores. Fue en resumen, una gala llena de juventud con sello de la vieja escuela. El Farru, tras su intervención, dedicó estas palabras: “Los jóvenes tenemos que luchar y seguir con la estela que han dejado los grandes maestros como Antonio Mairena y José Menese”. Como bien dijo, hay que seguir la estela de los grandes, utilizando el conocimiento viejo y nuevo para dar lugar a la vanguardia de hoy.
La única pega de este festival, donde el cartel brillaba por sí solo, fue el público y la escasa atención de los medios de comunicación, ya que normalmente los medios especializados y algunos medios nacionales se hacen eco de esta gala. El Auditorio Manuel Mairena llenó el aforo con más de 1400 personas, pero pocas fueron las que realmente reconocieron el arte y se levantaron para despedir a los grandes artistas que tuvimos.