La desastrosa investigación universitaria
Cerraba Universidades y abría Escuelas taurinas. Este era el monarca Fernando VII en España hace dos siglos, no tanto por rey sino por gobernar con una peregrina idea de las cosas. Más allá de que nos gusten o no los toros, la cuestión fundamental es cómo se ejerce el poder y el control dentro y fuera de la Universidad.
El tema tiene inmensos matices, sobre ellos iré escribiendo oportunamente, así que pasaré sobre uno que es, sencillamente, decepcionante: la investigación en la Universidad.
Todas las Universidades del mundo tienen, desde su fundación, una triple función: desarrollar y enseñar la cultura de excelencia (siendo la institución educativa que enseña en edad adulta los últimos hallazgos sin olvidar el acervo acumulado, es una importante función de la memoria de las cosas), generar conocimiento nuevo, es decir, investigar (por ello la investigación científica, más aún desde la refundación universitaria del siglo XIX gracias a personalidades como Humboldt, tiene un papel tan relevante) y, finalmente, la enseñanza de una profesión (es por ello que hablamos de carrera o estudios de Medicina, Ingeniería o lo que pueda ser nuevo en el futuro).
La manera en que hoy se enfoca la investigación, siendo una de las tres patas universitarias, es fundamental para comprender el por qué de una institución que en muchos lugares del mundo no termina de aportar más que media luz; dicho de otra forma, no termina por resolver ninguno de los problemas presentes, ni apunta a la resolución de los venideros.
Recomiendo, antes de seguir, la lectura de dos clásicos de gran interés: Misión de la Universidad, de Ortega y Gasset, y La idea de una Universidad, de J.H. Newman.
Preguntas como, ¿todos los estudiantes universitarios tienen que aprender a investigar? O ¿qué idea tenemos sobre lo que es investigar?, deberían ser de reflexión constante, si bien tener una respuesta que aporte seguridad ante otras visiones que desde el poder político o económico se pretenden y hasta imponen. ¿Puede tener su propia visión la Universidad? Claramente sí. Debe, además, tenerla.
La opinión de que prácticamente los alumnos no poseen competencias investigadoras luego de graduarse, ni las mínimas que tendrían que ver con las capacidades observacionales, interpretativas, indagación, resolución de problemas… para muchos es alarmante. Aquí el elemento decisivo de fondo es la escasa capacidad de los docentes para envolver a sus alumnos en estas actitudes y conocimientos y, también, no dedicar espacio real al trabajo investigador de forma que vaya dejando una huella.
Al desastre 1 se suma el desastre 2 cuando hacemos un repaso por los millones de materiales fruto de la “investigación universitaria”. Llenan volúmenes y volúmenes, pero ¿sirven para algo? Sí, para que los profesores hagan un hermoso currículum.
Cuán interesante sería resolver el problema del hambre el mundo, el problema energético del futuro o el desastre medioambiental fruto de la contaminación, desde esfuerzos concertados universitarios, los cuales hoy parece no se llevan a cabo.