Santa María de los Remedios
El pasado ocho de Septiembre se vivió en Mairena una experiencia singular. Relativamente temprano –ocho y media- se comenzó la jornada con la Eucaristía en S. Sebastián delante del paso de la Virgen. Presidió David, nuestro vicario, y con él concelebramos Eucaristía cercana, participada, viva, “pegados” todos al altar con no pocas personas, que llenaron ese espacio. Enseguida la procesión-traslado. Con el cariño de los costaleros y rodeado constantemente por un grupo de personas, que rezaban y cantaban, en bello desorden y sin someterse a la disciplina de lo ordenadito y distancias marcadas. Simplemente rodeando y acompañando a la Madre. Y cuando se interrumpía el rezo ya se encargaban los campanilleros de ofrecerle una de sus “tonas”, que con tanto arte saben hacer.
Hasta la capilla de su Hijo para saludarle en el encuentro mañanero. Bien cerquita de la puerta, que quedó un poco baja para que pudiera entrar con su espléndida ráfaga. Y en la calle Ancha paradita y saludo a los enfermos, que salieron a la puerta. Macetas y algún balcón engalanado a su paso. Un ratito para hablar con Pelín y María, que nunca hubieran imaginado este “beso” cariñoso y sencillo a la Iglesia mairenera.
Y la meta bien esperada. Como el objetivo importante. Los mayores “delconchel”, que con tiempo esperaban sentados en la puerta aquella agradable visita. Un ramo de flores ofrecido con ilusión, intervención de los campanilleros, canto-rezo del pueblo que acompañó a sus mayores y los vivas salidos de la gratitud . María de los Remedios estaba contenta. Su imagen preside la Eucaristía de cada miércoles junto a su hijo crucificado, Cristo de la Cárcel, que recoge tanta vida esperanzada, tanta oración sincera.
Los mayores gozaron. Y rezaron. Y los campanilleros hicieron entonar sus melodías. La Virgen no tenía prisas. Estaba con los suyos. Los miraba complacido. Atendía a sus plegarias. Recibía sus aclamaciones. Todo se realizaba en familia. Con sencillez. Nadie quería moverse de su sitio. Ni por una parte, ni por otra. Y fundidos este abrazo emocionado, la Virgen siguió su rumbo.
Aún quedaba la visita a Regina. Tenía que implorarla con sus dolores intensos. Sobretodo de la pierna. De su llaga, que no cura. Pero que ofrece con confianza al Señor. Regina se siente consolada, animada, fortalecida en su oración a María. Lo sigue recordando llena de fe. María es “salud de los enfermos”. Ella, Dolorosa, comprende y se solidariza con el dolor ajeno. Las puertas del templo parroquial están ya abiertas para que descanse en su casa. Bella mañana de acompañamiento popular. Una rica experiencia.
Así quiere vivir María el compartir con su pueblo. Como lo vivió en las bodas de Caná con aquellas familias de las aldeas de Galilea. Ella no se consideró una diosa, aunque es la Madre de Dios. Nosotros sí nos empeñamos en ponerla como una diosa en retablos llamativos, a veces de mal gusto, totalmente lejanos y aislados del pueblo sencillo.
Jesús fue cercano a la gente. “Amigo de publicanos y pecadores”. Se sentaba a comer con ello (Lc, 15). Recorría aldeas, respondiendo a sus necesidades. La gente le buscaba y se le acercaba. ¿Por qué queremos nosotros “alejarlo” en esos tronos grandiosos?. Bien alto en los retablos, lo mismo que a su madre.
Nuestras relaciones queremos que sean cordiales, cercanas. No de superior a inferior. Como lo vivió Jesús, mostrando a un Dios Padre (“Papaito”) amigo, que nos escucha y atiende. Parece que nosotros nos afanamos alejarlo, en “subirlo”. Aunque Él sigue “llamando” a nuestra puerta.
No subamos, no elevemos. “Bajemos” al encuentro cercano. Con María de los Remedios rodeado de los suyos, recorriendo las calles de nuestro pueblo sin ostentación y acercándose en la visita a los vecinos. Éste es el camino. Lo que se debe fomentar. Lo que nos lleva al saludo, a interesarse por nuestros problemas, a avivar nuestras esperanzas.
La Iglesia de Mairena puede colaborar con una sociedad menos violenta, más abierta. Al encuentro respetuoso con el otro. La mañana del pasado ocho de Septiembre nos fue indicando el camino. No nos empeñemos en separar. No rompamos el plano de la igualdad, de lo fraterno. En nuestra Iglesia mairenera hemos tenido ejemplo. Que no sea cosa de un día .