“Los niños tienen que disfrutar mientras aprenden”

Junio-2018

Pepita y Antoñita, como las conocen tantos maireneros que han pasado por sus clases, son de las últimas exponentes de una profesión que se ha ido modernizando con los tiempos y que ahora más que nunca vuelve a reivindicarse como uno de los aspectos más fundamentales para nuestra sociedad: la Educación. La suya es una historia conjunta de amor a su trabajo y entrega absoluta al quehacer docente, tanta que todavía, después de años de su jubilación, muchas generaciones de maireneros y maireneras, les siguen profesando el mayor de los cariños.

Llegadas a Mairena del Alcor a principio de la década de los 50 por el destino de su padre, Francisco Zamora, encargado de Sevillana, ya nunca más se fueron del pueblo que las acogió siendo apenas unas niñas. Josefa había nacido en Brenes en 1945, mientras que su hermana menor, Antonia, vio la primera luz de este mundo en la localidad de Tocina, en marzo de 1950. Pepita recuerda que comenzó su formación “en un colegio que había enfrente del Arco, que íbamos con un lacito blanco de papel de seda en el pelo”, mientras que su hermana, Antoñita comenzó “en el párvulo de la señorita María Luisa”.

Josefa y Antonia han dedicado casi 40 años a la labor educativa

Escuchar a las hermanas, con su infinita parsimonia y dulzura, es adentrarse en una enciclopedia educativa de la segunda mitad del siglo XX en Mairena del Alcor. A lo largo de una cariñosa conversación, no dejan de reivindicar amorosamente la labor de tantos educadores que les sirvieron de inspiración a la hora de escoger su profesión, desde Manuel R. Arregui o Antonio González Núñez (que era abogado, pero daba clases, recuerdan las hermanas) a Pepita Isorna. Tras acabar sus carreras de magisterio (Pepita en el magisterio femenino de la calle Laraña en 1967, y su hermana Antoñita poco más tarde, en la recién inaugurada facultad de Ciudad Jardín) ambas han desarrollado una intensa labor educativa con 39 y 36 años de experiencia respectivamente.

Pepita, como la llaman viejos alumnos y amigos cariñosamente, recuerda que comenzó a ejercer “nada más terminar, el 14 de septiembre del año 1967, en Mairena del Alcor, en el colegio que había en la Plaza de las Flores”. La mayor de las hermanas Zamora, ya nunca más dejaría este destino: “de allí pasé al callejón sin salida, donde estuve un tiempo, y luego, al Chorrillo, al María Inmaculada, que era nuevo, donde también estuve varios años, y después ya pasé al Castillo”, donde se jubiló en el año 2006, tras casi 40 años de ejercicio profesional. Su hermana menor, Antoñita, comienza su labor docente “en Colegio Público Isabel Ovín, de Carmona, donde estuve un año”, recuerda. De ahí pasó a “Alcalá de Guadaira, a un colegio que se llamaba Hermelinda Núñez, donde también estuve un año”. De ahí pasó otro año por Sevilla “y me destinaron a la Puebla de Cazalla, donde pasé 10 años dando clase en el Santa María de Gracia; después pasé 8 años por Nuestra Señora de Aguasanta, en Villaverde del Río”. Así llegó por fin a Mairena del Alcor, al Colegio Público Juan Caraballo, en la década de los 90, donde pasó 10 años como maestra, hasta que, “el mismo año que se jubiló mi hermana, en 2006”, un desafortunado accidente que le afectó a una pierna, hizo que se jubilara precipitadamente tras 36 años de servicio.

“Yo me inventaba canciones para enseñar los números y las letras”

Sobre sus métodos educativos, ambas hermanas coinciden en que se inspiraron en esos maestros antiguos con los que ellas mismas se educaron, “que hacían que los niños viviéramos lo que aprendíamos; si era geografía, parecía que estábamos de viaje, o si era historia, parecía que estabas viviendo la guerra, por ejemplo; hacían que los niños aprendiéramos disfrutando”. Así que hicieron de esa práctica entusiasta su máxima educativa: “los niños tienen que disfrutar mientras aprenden, así se enseña de verdad”. La mayor de las Zamora Pérez, Pepita, cuenta que “yo me inventaba canciones para enseñar los números y las letras”. Es muy humilde, interviene su hermana Antoñita, “es muy humilde y no lo dice, pero era una artista, hacía unos dibujos espectaculares en la pizarra y se inventaba los juegos y las canciones, y sus niños ganaban los concursos de carteles y esas cosas”.

Pepita y Antoñita, reconocen que la educación ha cambiado mucho “porque los tiempos también han cambiado, igual que Mairena, que es ya una ciudad”. Desde la infinita comprensión que muestran en cada análisis, inciden en que posibles comparaciones hay que plantearlas con suma cautela, sin embargo, mirando a la educación actual, señalan que “la figura del maestro ya no se mira de la misma forma que se veía antes, se ha perdido autoridad”. También remachan que hay que seguir educando en valores, no solo materias académicas”. Otro aspecto que señalan, aunque quieren mantener cierta cautela, es que “los niños ahora hacen menos caso, aunque es verdad que no se puede generalizar”. Por último, ambas hermanas reinciden en que “hay que dar una importancia troncal a la educación porque estamos invirtiendo en el futuro de todos”.

Un comentario sobre ““Los niños tienen que disfrutar mientras aprenden”

  • MUCHAS GRACIAS POR RENDIRLE UN MERECIDO TRIBUTO A DOS PERSONAS TAN INCREÍBLES Y CONSAGRADAS A LA HERMOSA LABOR DE ENSEÑAR UN ABRAZO PARA ELLAS QUE A TRAVÉS DEL TIEMPO Y LA DISTANCIA PUES VIVO EN USA JAMÁS OLVIDARÉ SU SINCERA AMISTAD… GRACIAS

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