La Huerta de Alconchel hace más de 200 años

Patrocinado por La Catedral Mairena

Por José Manuel NAVARRO DOMÍNGUEZ,
Doctor en Historia. Profesor del IES Los Alcores

Ahora que el Ayuntamiento de Mairena del Alcor ha comenzado las operaciones de desmantelamiento de lo que quedaba de la huerta de Alconchel, para integrar el terreno en el espacio urbanizado de la plaza de la fuente a la que debe su nombre, puede ser un buen momento para traer a la memoria algunas pinceladas de la que fue una de las huertas más señeras de la localidad.

La huerta se situaba inmediata a la fuente, que aprovechaba directamente para el riego, y su terreno estaba limitado por el camino de Marchena. A fines del siglo XVIII pertenecía a una capellanía establecida por Juan Montes Bonilla en la parroquia de Santa María del Alcor de Mairena. La capellanía era una institución de tipo piadoso fundada con objeto de cumplir un servicio de asistencia religiosa, generalmente atender el servicio de misa en un oratorio o capilla determinada. Se dotaba de una renta, apoyada en la explotación de un capital o bienes inmuebles, que garantizaba el pago del servicio al sacerdote que ejercía como capellán. La huerta la administraba la fábrica de la parroquia y la renta que producía la disfrutaba el presbítero Francisco Sánchez Mellado, que estaba obligado a cumplir las misas establecidas en el contrato de la capellanía.

Disponía de casa de labor, en la que residía el hortelano, edificio de almacén de productos y enseres y alberca para almacenar agua, que podía obtenerse directamente del arroyo mediante un canal, para distribuirla por su propio pie por el terreno de la huerta mediante acequias y surcos. Contaba con unas 6 aranzadas de extensión de las que un par de aranzadas eran de tierra calma de riego para plantar hortalizas y verduras, media aranzada dedicada a olivar, y el resto estaba ocupado por arboleda frutal y de madera, que constituían el elemento agrícola más importante de la finca.

La producción fundamental de la huerta era la granada. La plantación de granados suponía el 51 % del arbolado de la huerta, con 174 árboles de gran porte, valorados cada uno en 40 reales, 82 granados de tamaño medio, valorados en 30 reales, y 112 árboles pequeños y plantones que todavía no estaban en producción, pero apuntaban a una fuerte inversión en la ampliación de la especialización productiva de la huerta.

El resto del arbolado presentaba la rica diversidad que caracterizaba a otras huertas locales, contando con 40 ciruelos, 34 higueras, 16 damascos, 24 naranjos, 16 perales, 16 olivos, 6 limoneros, 7 moreras, 4 manzanos, 2 membrillos, 2 melocotoneros y 1 parra. La disponibilidad de frutas que maduraban en diferentes estaciones permitía al hortelano disponer de frutas prácticamente todo el año: naranja, limón, granada, membrillo y manzana en invierno; breva y damasco en primavera; melocotón, ciruela e higo en verano y pera, uva, aceituna y mora en otoño. Debido a la alta fertilidad del suelo obtenida mediante el riego, no dedicaba apenas terreno al cultivo del olivo, el plantío mayoritario en las parcelas ubicadas en la ladera del escarpe que rodeaban la huerta.

Puede resultar extraña la cantidad tan reducida de naranjos, cuando precisamente hoy día es el árbol más característico de nuestras huertas. Pero este dominio del naranjo es una imagen relativamente reciente que cuenta apenas con un siglo de antigüedad. Hasta fines del siglo XIX el naranjo no constituía una producción mayoritaria en las huertas maireneras. El naranjal de la huerta de Alconchel era mayoritariamente agrio. Había 12 naranjos agrios y solamente 5 naranjos chinos y los 7 plantones registrados eran todos agrios, lo que indica que el hortelano buscaba incrementar la producción de estos naranjos. Estaban mejor valorados pues mientras los naranjos agrios valían 75 reales, los chinos eran valorados en 40 reales.

En la huerta había sembrado maíz, lo que no deja de representar una novedad, especialmente en un paisaje de secano mediterráneo como el de la comarca de los Alcores. De todas formas, en las huertas de Abajo, situadas en el arroyo de la fuente Gorda, también se sembraba este cereal en algunas parcelas. Contaba además con una gran alameda, formada por 182 árboles de distinto porte y grosor, que constituían un bosquecillo de ribera junto al arroyo. Esta formación aprovechaba la abundancia de agua en el arroyo y la posibilidad de riego y constituía una fuente valiosa de madera, usada para elaborar vigas de soporte, herramientas, piezas de carpintería, material para carruajes y otros usos menores. Además había en la huerta un mimbre, un arbusto de gran porte de la familia de los sauces que crece en los arroyos. De sus hojas de obtenía la fibra de mimbre usada en cestería.

El terreno de la huerta estaba cercado con una gavia y un seto de pita, probablemente por la parte del camino de Marchena, y un cespedal de cañas de 670 varas de longitud (562 metros). El cespedal era un seto de cañaveral vivo plantado en las lindes, que formaba una barrera densa que impedía entrar a los animales. Era aprovechable para obtener cañas y suponía un recurso económico más de la huerta. Se valoraba en un real y medio por vara, por lo que la cerca de la huerta suponía nada menos que 985 reales.

Era una huerta bastante rentable. Cuando en 1780 compró la huerta Francisco del Campo y Amat, el constructor de los cuatro molinos harineros situados en el arroyo de la fuente Gorda, pagaba una renta perpetua de 1.500 reales anuales.

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Navarro Domínguez, José Manuel. “La explotación tradicional del agua en Mairena del Alcor”, III Jornadas de Historia de Mairena. Mairena del Alcor: Ayuntamiento de Mairena del Alcor, 2017 y “La hermandad de Ánimas y los molinos de Mairena”, Ánimas, 2019, n. 15.

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