La terrible tormenta de 1906 en Mairena del Alcor

Por José Manuel Navarro Domínguez

Recientemente hemos comprobado los trágicos efectos de las tormentas torrenciales y las dramáticas pérdidas que provocan, tanto en vidas humanas como en destrozos materiales. Más que la lluvia directa, es la masa de agua acumulada y canalizada por arroyos y pendientes, la que resulta más peligrosa en aquellos puntos en los que concentra su impacto.

Aunque, con una entidad mucho menor al caso de Valencia, Mairena del Alcor ha sufrido tormentas de gran entidad, y la que descargó el 13 de junio de 1906 causó importantes desperfectos en la villa. La intensa lluvia produjo el hundimiento de varias viviendas y puso en peligro la vida de los vecinos. Jorge Bonsor, siempre atento a los sucesos de Mairena, recogió el hecho en dos de sus libretas, la de gastos ordinarios y la de las obras del castillo. Con su apretada letra y en francés, dejó constancia del fenómeno como haría con tantos otros acontecimientos de la vida de la localidad, convirtiendo sus cuadernos en un testimonio de incalculable valor para los historiadores. Curiosamente en su libreta de gasto anota la referencia en el día 14, aunque en su cuaderno de obras del castillo aparece correctamente anotado en el día 13.

FOTOGRAFÍA DE ARCHIVO GENERAL JUNTA DE ANDALUCÍA

Ese día estuvo lloviendo desde las doce de la mañana, con cierta suavidad al principio. La lluvia sorprendió a los vecinos en plena faena de cosecha de cereales y la mayoría estaban en la vega y continuaron con su tarea mientras la lluvia se mantuvo suave. Pero lo que en principio parecía ser una típica tormenta de verano, se fue agravando por momentos, incrementando el ritmo del agua y a las tres de la tarde se convirtió en una tormenta de gran intensidad. Comenzó con una fuerte granizada y siguió con una intensa lluvia, como expresivamente anotó Bonsor, “il a plu à verse”, que podría traducirse como llover a mares o a cátaros. El agua llenó en poco tiempo el depósito de cemento que había construido en la parte alta de la torre Mocha del castillo, que estaba restaurando en aquella época. El agua que cayó en el patio, entonces prácticamente despejado, se deslizó hacia el silo que se llenó, lo que le hizo pensar que podría transformarlo en cisterna de agua y tener suministro para todo el año.

La tormenta inundó muchas casas del pueblo y causó destrozos en varias calles, especialmente en la parte baja de la calle Lorenzo Domínguez (Ancha), cerca de la fuente de Alconchel. Una zona deprimida con forma de embudo amplio, en la que se acumulaba el agua proveniente de las calles Ancha y Real y de los caminos adyacentes, el que se dirigía a El Viso y el que bajaba desde la zona del castillo, ambos de fuerte pendiente. La corriente de agua inundó numerosas viviendas y corralones, destrozó muebles y arrastró hasta el campo, vajilla, ropa, vasijas, grano almacenado y otras pertenencias. En algunas casas y corrales se estancó hasta alcanzar gran altura, ahogando a muchos animales domésticos encerrados en gallineros y pocilgas, y mojando muebles y enseres, muchos de los cuales quedaron inutilizados. Además, el agua empapó la base de las paredes, que en aquella época estaban construidas de tapial con argamasa de cal prensada, y las debilitó hasta el punto de hundirse algunas. En varios puntos el agua descendió con tanta fuerza que golpeó los muros y derribó paredes y medianeras. En total diecisiete casas quedaron destruidas. La tormenta dejó a muchos vecinos sin casa, muebles, ropa, animales o alimentos, completamente desamparados.

 

Afortunadamente para los desgraciados vecinos, las fuerzas de seguridad actuaron de inmediato y pudieron socorrerles, evitando las desgracias personales. En medio de la tormenta, cuando más intensa era la lluvia, acudieron a la calle Lorenzo Domínguez el comandante del puesto de la Guardia Civil, Antonio Barba Reche, y los guardias segundos Arcadio Camúñez Moreno, Venancio Camayo Martin y Antonio Bravo González. Junto a varios vecinos, derribaron con hachas las puertas de las casas inundadas, saliendo el agua que inundaba el interior, arrastrando muebles y animales domésticos ahogados a la calle. El grupo de rescate trabajó muy duro entrando en las casas con agua hasta las rodillas para salvar a los vecinos enfermos que estaban en la cama. El guardia Arcadio logró rescatar a varios vecinos, entre ellos Encarnación Vallejo León y sus dos hijos, Antonio y Francisco, de cinco y tres años. Los encontró subidos a una mesa y logró sacarlos a la calle. La prensa reclamo a la comandancia de la Guardia Civil y al Gobernador Civil que se recompensase a los guardias y especialmente a Arcadio Camúñez, por extraordinario servicio prestado, que calificaba de heroico. Una consideración poco acorde con las connotaciones de su apellido (Camuñas era un monstruo imaginario, similar al Hombre del saco o el Coco, usado por los adultos para amenazar a los niños y corregir su mal comportamiento).

También sufrió graves estragos la fuente de Alconchel. Al ser una zona baja, acumuló una gran cantidad de agua procedente de las calles Real y Lorenzo Domínguez y de los caminos de las Minas y de El Viso. Esta gran masa de agua impuso una presión insoportable para las estructuras de la fuente y el paseo situado delante. El agua arrancó de cuajo los pilares de ladrillo y las barandas de hierro que delimitaban el paseo y las arrastró a gran distancia, dispersando los trozos de muros y pilares por el campo, en las inmediaciones del arroyo que descendía hacia la vega.

La otra zona baja, la de la fuente Gorda, también sufrió daños. Acumulaba el agua que llegaba de la parte alta del pueblo por las calles Gandul, Estanquillo y Cánovas del Castillo (Arrabal). Algunas casas situadas en la confluencia de calles, se inundaron y sufrieron el deterioro de la parte baja de las paredes y la pérdida de enseres y menaje, estropeados por el agua. Pero los edificios de la zona eran más sólidos, especialmente el molino de Méndez, que estaba ubicado en la zona del actual edificio de la Fuente, que tuvo que soportar el embate del agua que se deslizaba por el arroyo de hacia el campo por la calle Trianilla.

La tormenta vino acompañada de un intenso aparato eléctrico, con numerosos rayos. Bonsor señala que la tormenta eléctrica duró más de dos horas viéndose constantemente relámpagos y rayos sobre la villa y los alrededores. Desde el castillo, Bonsor pudo contemplar un espectáculo de chispas, rayos y resplandores cayendo sobre la vega y los alcores. Algunos cayeron sobre los pararrayos de la iglesia parroquial, el ayuntamiento y en varias casas de las calles Castelar, Gandul, Lorenzo Domínguez, Cánovas del Castillo, Caldecabras y plaza de San Sebastián. Un rayo cayó sobre una choza situada en el camino de Marchenilla y la incendió. Afortunadamente estaba deshabitada desde hacía poco tiempo. También cayeron varios rayos en la estación de ferrocarril, atraídos por la red de alambre del telégrafo instalado en el edificio.

En el pueblo no se produjeron graves desgracias personales. Únicamente se registraron las quemaduras que sufrieron dos mujeres, aunque insignificantes a criterio del corresponsal de prensa, y la dramática situación de las familias que perdieron casas y enseres. Pero en el campo el daño fue muy superior y la tormenta provocó más víctimas y, desgraciadamente, una muerte. En un haza del cortijo de Tejadilla cayó un rayo sobre un grupo de jornaleros que regresaban a Mairena del trabajo. Cayó sobre Antonio López Domínguez que estaba montado en una burra, matando a ambos. Sus compañeros cayeron a tierra derribados por el impacto y quedaron aturdidos en tierra durante más de una hora. Cuando se repusieron, comprobaron que Antonio no se levantaba y solo pudieron constatar su fallecimiento.

También se produjeron elevadas pérdidas en los sembrados, que la prensa consideraba incalculables. La impetuosa corriente de agua que bajaba por las laderas se llevó por delante infinidad da gavillas de cebada y avena que estaban listas para cargarlas en los carros y arrasó algunos maizales y melonares plantados en la pendiente de margas, un terreno endeble y poco consistente. Quizás pueda sorprender la presencia de estas plantas, pero su cultivo está constado en la vega de Mairena en numerosos informes agrarios de la época. Se sembraban especialmente en las tierras de menor calidad de las laderas y zonas de albinas y calveros y se regaban con el agua de los arroyos. Las tierras arcillosas de mayor calidad de la parte llana estaban dedicadas a trigo y olivar.

El Ayuntamiento de Mairena del Alcor, presidido por Manuel Jiménez Florindo, del Partido Conservador, acometió la reparación de los daños causados en las instalaciones públicas de la zona de Alconchel, empleando un total de 999 pesetas. Lo ajustado de la cifra se debe a una práctica habitual en la corporación para sortear la legislación municipal, que obligada a sacar a subasta y analizar ofertas de diferentes contratistas para cualquier encargo superior a las 1.000 pesetas. Al presupuestarlas por debajo de dicha cifra, el alcalde podía encomendar la obra directamente a un contratista de su elección, sin necesidad de someterla a subasta pública. En las obras municipales de la época era frecuente la división de los proyectos de gran envergadura en varias partidas, como si fuesen obras diferentes, todas ellas con presupuesto inferior a 1.000 pesetas, aunque en conjunto sumasen cantidades realmente elevadas. Nada nuevo bajo el sol, podría decirse. Pero, a diferencia de nuestra época, no tenemos constancia de la constitución de ningún fondo o ayuda económica para los vecinos que sufrieron la desgracia de perder sus casas.

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Archivo Municipal de Mairena del Alcor, Gobierno, lib. 60, 6 julio 1906.
Archivo General de Andalucía, Fondo Bonsor, leg. 5, 1906.
AMORES CARREDANO, Fernando; Gómez Díaz, Ana María; SARAZÍN, Marie Paule y PEÑALVER SIMÓ, María. El castillo de Mairena del Alcor. El legado de Jorge Bonsor y Dolores Simó. Sevilla: Diputación Provincial de Sevilla, 2010.
El Noticiero sevillano, 16 junio 1906.

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