Desde la barrera de “El Alcor”: Mi primera vez en Madrid
“Desde la barrera de: el Alcor”
Todo empezó afortunadamente en la feria, por supuesto de Mairena del Alcor, y digo afortunadamente porque que todo empezara allí es señal de que se ha ido, vivido y disfrutado.
Estando en mi caseta me incorporo a una conversación taurina que tenía Rafael «el maestro», como lo conozco yo en la caseta, con unos amigos. Y la conversación iba por los derroteros típicos de este abril: ¿quién forma el G5?,¿de quién es la culpa del conflicto entre empresa y toreros en Sevilla?, ¿qué va a pasar?…, hasta que llegó la pregunta clave:
—José María, ¿qué cartel me recomiendas para ir o a cuál vas a ir tú? —me preguntó Rafael «el maestro».
Por más vueltas que le daba a los carteles que tenía sobre la mano no aparecía ni una sola tarde “rematá” que me atrajera, entonces le dije:
—Rafael, ya que no me gustan los carteles de Sevilla, y nunca he ido a Las Ventas, este año lo haré, me iré a Madrid a ver los toros.
Total que llego a mi mesa y le pregunto a Juan Sierra que allí estaba, qué tarde toreaban en Madrid, y a Kino le digo que si venía conmigo. Que si sí, que si no, que si no te calientes que después no vamos, que pitos que flautas que cuando llegamos a la caseta de Provida, ya iban los billetes de AVE comprados y las entradas apalabradas.
El resto casi todo algo extraordinario. Sales de la boca de metro y lo primero que ves es una plaza de toros enorme y señorial, Las Ventas, con el ambiente a reventar pues el cartel lo merecía, Don Julián, Manzanares y Perera, la plaza preciosa, por supuesto no tanto como el teatro de los sueños de nuestro Paseo Colón. El “rum rum” de los aficionados echando sus cávalas para la tarde, mucho niños cogidos de la mano de sus abuelos,… Y la corrida pues mejor aún, disfruté de una figura del toreo como es Miguel Ángel Perera. Lo había visto torear muy largo pero no tan despacio como ese día, y lo había visto darse un arrimón de verdad hace tres años en El Puerto, pero para eso estaba el segundo burel, para darse otro de esos arrimones que asustan al miedo. Arrimón que se dio cuando tenía la puerta grande asegurada y sus compañeros se iban de vacío. Por cosas como esas se triunfan en la vida, por una ambición y una entrega desmedida.
El “pero” a la tarde vino después. Si ya durante la corrida el público madrileño hizo gala de su típica forma de increpar a los toreros durante la lidia, y de no guardar ese respeto mínimo a quienes se están jugando la vida, la salida a hombros del torero fue una agonía. Lo machacaron a tirones, lo tiraron al suelo, le rajaron el traje, le quitaron las zapatillas, el pobre hombre llegó al coche cuadrilla pidiendo que lo dejaran,…
La conclusión mía es que cada plaza tiene su idiosincrasia, allí todo es toro grande y tragedia, tanto en el albero como en las salidas a hombros. En cambio Sevilla es todo pellizco, arte y sensibilidad. Aquí cuando un torero sale a hombro se le saca con suavidad, se le pasea por las calles del Baratillo, se les lleva a sus hoteles a hombros…, lástima que ese gusto y esa sensibilidad no la tengan los empresarios de Sevilla, y nos hayan privado de ver una feria como se merecen esta ciudad y sus aficionados.