Recuperar el centro
Un grave defecto de la situación política que se está produciendo en España es el hecho, realmente increíble, de que el PSOE ocupe hoy por hoy el centro político. Eso lo coloca en la posición ideal para poder pactar con prácticamente todas las fuerzas del espectro. Y efectivamente lo hará con cualquiera, excepto naturalmente con el PP, que queda retratado ante la opinión pública como la extrema derecha en un sentido meramente geográfico. El PP representa a “la derecha” exclusivamente en el sentido de que no tiene a nadie más a su diestra, aunque como nos enseñó Barrio Sésamo eso de “izquierda” y “derecha” son términos eminentemente relativos. Y coincidirán conmigo en que la noticia de que el PSOE sea hoy el “centro” es señal de cierta anormalidad o patología en el sistema. Pero recordemos que el partido de Rajoy lleva años embarcado en un viaje al centro que parece no tener fin. Seguramente, ese viaje al centro del PP no es más que un capítulo del tremendo viraje que la sociedad española ha experimentado hacia las ideas de izquierda en los últimos años. El mismo PSOE de Pedro Sánchez y de Zapatero casi que nos hace añorar el partido de Felipe González, el que hizo la reconversión industrial y el que no nos quiso sacar de la OTAN. El mismo González, pese a sus errores, todavía se ve capaz hoy de viajar a Venezuela a defender la libertad: me reconocerán el mérito. Igualmente, la desorientada Izquierda Plural de hoy hace echar de menos la de Julio Anguita, que al menos tenía fama de honrado en sus cuadriculadas ideas. Y luego está el fenómeno de Podemos, monstruosa combinación de ignorancia y de pedantería, de buenismo y de odio, de torpeza y de utopía, que solo pueden florecer en sociedades enfermas de resentimiento, como es esta que nos ha tocado vivir. Un resentimiento al que, por cierto, han colaborado en crear los medios de comunicación y el sistema educativo, además de estar causado por la endémica corrupción de los políticos de “la casta”, pero eso es otra historia.
Ahora bien, para un votante que se considere de centro-derecha, o liberal-conservador, se plantea un dilema verdaderamente difícil a la hora de votar. Se nos dice que dicha persona puede votar a dos opciones: a Ciudadanos o directamente al PP. A este respecto hay que decir que Ciudadanos es una opción que muchos vemos con simpatía, pero que claramente no es adecuada para una persona de ideas conservadoras. A Ciudadanos le deseamos muchos éxitos, pero su crecimiento debe venir de votos izquierdistas, porque eso es lo que este partido defiende: ideas “progres” en todos los sentidos, aunque su defensa de la unidad de España y sus propuestas de regeneración democráticas merezcan aplauso. Ciudadanos, al igual que UPD o Equo son partidos que demuestran lo acertado de la frase del ex-juez Francisco Serrano, cuando señala que el centro-izquierda en España se ha convertido en el camarote de los hermanos Marx: un espacio político superpoblado, al que todos quieren ser adscritos, sin duda porque perciben que es el más popular.
La otra opción que tendría el votante liberal-conservador es volver al PP. Un partido que se cree (no sabemos si por ingenuidad o de forma maquiavélica) que para ganar las elecciones lo que tiene que hacer es cambiar el logo de la organización o pintar la gaviota en todo el centro del escudo. Un partido que subió los impuestos al principio de la legislatura más de lo que proponía Izquierda Plural. Un partido que llevó al Tribunal Constitucional todas las leyes ideológicas de Zapatero, pero que cuando llegó al poder con mayoría absoluta no ha cambiado ni una sola de ellas. Un partido que ha decidido salir de la crisis a base de tirar de endeudamiento, sin sanear verdaderamente la economía del país, y sin afrontar sus retos en un sentido liberal-conservador. Recordemos que son estas las políticas que verdaderamente traen prosperidad, como saben en el norte de Europa; y si el PP no las aplica es sencillamente porque no cree en ellas. Un partido empeñado en defender la elefantiasis de lo público, montado en el carro de las autonomías, mientras que en Europa reducen el peso de las regiones porque eso sí que alivia a los ciudadanos. Un partido que tiene la desvergüenza de decir ahora que ha cumplido más del 90% de su programa. Un partido, en definitiva, que nos toma por imbéciles, y que juega todas sus bazas a que los otros son aún peores que él.
Ya sabemos que Rajoy, en términos políticos, no es más que un cadáver ambulante. Para muchos, la regeneración del PP va a venir de la mano de Soraya, tal vez porque es una mujer (?), sin advertir que este personaje está en la dirección del partido desde el minuto uno de la legislatura. La principal virtud política que se le conoce a Sáenz de Santamaría es su habilidad dialéctica para abofetear a la oposición en el Congreso, aunque creo que estamos de acuerdo en que a una persona dedicada a la política habría que exigirle un poquito más. Por lo menos, habría que pedirle que se abstuviera de perseguir a la vieja guardia de Aznar, como se ha dedicado a hacer en estos años, con técnicas “mafiosas” poco claras. Tampoco vemos lógico que se haya dedicado a asfixiar a los medios de comunicación de derechas, como Intereconomía, y en cambio haya ayudado solícitamente a los izquierdosos, como Prisa. No, Soraya no representa ninguna renovación: Soraya es la cara oculta (y eficiente) del marianismo que aplica hábilmente sus políticas consistentes en ayudar a los de la izquierda porque los de derechas siempre les van a votar (porque no tienen a otro).
Muchas personas tienen un irracional miedo a “tirar el voto”, entendiendo por tal votar opciones minoritarias, como VOX. No se dan cuenta de que entramos así en un círculo vicioso: las opciones que defienden principios y valores de auténtico progreso son minoritarias porque nadie las vota, aunque muchos compartan sus propuestas, y nadie las vota porque son minoritarias. Al final se cumple el refrán que describe a la masa borreguil que necesita estar respaldada por el rebaño: “Donde va Vicente, donde va la gente”. Pero, en este sentido, nada más inútil que “tirar el voto” apoyando una opción (el PP) que es el principal lastre para la aparición de una derecha razonable y democrática, como la que existe en los países que funcionan. Porque la única posibilidad real de regeneración del PP es que aparezca a su derecha un partido que defienda verdaderamente valores e ideas de la derecha moderna. Eso sí que sería un voto útil para toda la sociedad. Porque haría replantearse del todo toda la estrategia cortoplacista y de perfil bajo del Partido de los logos mutantes. Y de paso, situaría al PSOE en la izquierda, a IP en la extrema izquierda y a Podemos, probablemente, fuera del paisaje. Eso sí que sería centrar el panorama político de nuestro país.