La Venta Raga. La posada que fue prisión

Artículo publicado en la Edición Papel nº 125 Marzo-2019

Frente a la embocadura de la calle Mesones, al otro lado de la travesía, junto al paseo de la vieja feria, sigue en la esquina el establecimiento que popularmente conocemos como la Posada. Durante cientos de años acogió a carreteros, arrieros, cosarios y viajeros que transitaban por la localidad. Y hace más de doscientos años, durante la Guerra de la Independencia, sirvió como prisión de algunos de los soldados franceses que se rindieron en Bailén.

El edificio era por entonces la posada Nuestra Señora del Rosario, la más amplia de las varias existentes en Mairena. Era conocida popularmente como venta Raga por el apellido o apodo de la familia que la regentaba. Gozaba de una situación privilegiada al pie del arrecife, la vía de comunicación más transitada de la villa, y junto a la explanada en la que se celebraba la famosa feria. Esta situación la aprovecha espléndidamente el dueño para ampliar su negocio los días de feria ofreciendo todos los servicios que podían demandar los asistentes “fonda, café y botillería y otros agregados”. Es muy posible que fuese esta la posada en la que comió Washington Irving el día que visitó la feria de Mairena. 

Tras la victoria de Bailén en 1808, los prisioneros fueron dispersados entre Sevilla y Córdoba. A Mairena llegan 139 prisioneros

La victoria de Bailén en julio de 1808, la primera derrota del ejército napoleónico en campo abierto, tuvo como consecuencia la captura de casi 19.000 prisioneros franceses. El general Castaños ordenó su traslado a los cuarteles de Utrera, vacíos desde la salida de su ejército unas semanas antes. Pero el espacio disponible era insuficiente y las tropas encargadas de su vigilancia eran necesarias para continuar la lucha al norte de Despeñaperros. La Junta Suprema decidió dispersar el contingente de prisioneros entre las poblaciones de los reinos de Sevilla y Córdoba y encomendar su vigilancia a la milicia cívica de cada población. A Mairena y El Viso se asignaron 300 prisioneros a repartir equitativamente entre ambas poblaciones. Pero, finalmente, sólo llegaron 139 prisioneros a Mairena a principios de octubre de 1808.

Prisioneros franceses en la Venta Raga

El cabildo municipal de Mairena decidió alojar a los prisioneros en la venta Raga, que entonces era un edificio aislado situado a las afueras de la población, al otro lado del camino de Sevilla, por lo que podía ser vigilado fácilmente. Se les socorría con un real diario de pan y otros alimentos, sacando su importe del fondo de contribuciones. Se encomendó su vigilancia a la milicia dirigida por Felipe Cabrera, un hacendado y rico vinatero local. Formaban la plana mayor un total de 7 oficiales, 12 sargentos y 16 cabos, todos ellos artesanos, yunteros, hortelanos, arrieros y modestos propietarios.

Los prisioneros permanecían en todo momento en la venta, salían una vez por la mañana para la compra de alimentos y suministros

La Rendición de Bailén. José Casado del Alisal. Museo del Prado.

Los prisioneros debían permanecer en todo momento en los cuarteles. Sólo se permitía salir por la mañana a un cabo y 2 soldados por compañía para tomar el pan, la leña o el agua correspondientes a cada compañía y efectuar la compra de los alimentos y suministros necesarios. Pero debían hacerlo por turnos, no podían estar varias partidas simultáneamente en la calle y debían estar acompañadas en todo momento por dos ordenanzas del ayuntamiento o milicianos que “…cuidaran no se distraigan a otros destinos que los indicados”. Al toque de oración todos los prisioneros debían recogerse en la posada.

Los oficiales gozaban de mayor libertad de movimiento, pudiendo salir por la mañana y por la tarde para efectuar las compras necesarias o para pasear, pero siempre acompañados por un ordenanza o un miliciano. Los días señalados para limpieza del cuartel debían salir todos los soldados para facilitar la limpieza y ventilación del edificio.

Aunque no se produjeron problemas serios ni intentos de fuga durante su estancia, si registra la documentación algunos incidentes, los prisioneros se embriagaban con frecuencia, causaban algún escándalo, provocaban pendencias y sufrían insultos y amenazas de los paisanos y tropas que pasaban junto a la posada. Los ánimos estaban muy encrespados contra los franceses y las autoridades tuvieron que intervenir para evitar desórdenes y alborotos.

Conocedor de la presencia de numerosos mercenarios de diversas nacionalidades entre las tropas francesas, el Ejército español les ofreció la posibilidad de alistarse en sus filas. De los prisioneros acuartelados en la venta Raga, 28 soldados flamencos e italianos se alistaron en las Reales Guardias Valonas. Fueron separados de los demás y auxiliados con un real de plata por orden de la Junta y 20 r. como gratificación.

Tras la partida de los prisioneros, poco se podía sospechar que un año después las tropas francesas volverían como conquistadores

La estancia de los prisioneros en Mairena fue relativamente breve. En diciembre de 1808 la Junta Suprema de Sevilla decidió concentrarlos en Cádiz y los puertos cercanos. A mediados de diciembre partieron los soldados franceses custodiados por milicianos armados hacia Utrera, camino de El Puerto de Santa María. En la bahía gaditana embarcaron en pontones, cascos de navíos desarbolados y desarmados, anclados frente a la isla de León. Posteriormente fueron trasladados a su prisión definitiva en la isla de Cabrera.

Poco podía sospechar el posadero Raga que, apenas un año después de salir los prisioneros de la posada, en enero de 1810, volvería a ver a tropas francesas en su establecimiento, en esta ocasión como conquistadores.

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