Títeres y marionetas
Por Vicente de los Ríos
La grandeza de un territorio es directamente proporcional a la actitud y aptitud de sus dirigentes políticos, y en muchos de los casos, inversamente proporcional a la valía de su pueblo, algo totalmente injusto, y que en España estamos permitiendo.
Que la clase política del segundo país del mundo en número de muertes por COVID-19 por cada 100.000 habitantes (solo por detrás de Bélgica) dedique más de once horas de un miércoles en el epicentro de uno de los mayores desastres sanitarios, sociales y económicos que hemos vivido, a dedicarse improperios y palabras “barriobajeras” en el foro donde los ciudadanos esperamos soluciones, viene a dejar al descubierto las carencias de unos y otros, gobierno y oposición.
Pero tienen la lección bien aprendida. Basta con echar la mirada atrás y alentar a las masas para mover el foco y meter la basura debajo de la alfombra mientras títeres y marionetas, de un color y otro, forofos al fin y al cabo, le hacen el trabajo sucio a los que a diario los engañan y los mantienen sumisos a un sistema con cuerdas muy cortas y que nacen siempre de cada uno de los 350 sillones donde, supuestamente, está representado el pueblo.
Estamos perdiendo una gran oportunidad para romper esas cuerdas y girarnos hacia los que nos alientan con su discurso populista, sentados en sus poltronas, disfrutando de grandes privilegios sociales, económicos, sanitarios y judiciales, ellos sí, mientras quien se “parte la cara” en la calle, lleva sin ingresar un euro desde marzo, ha perdido familiares, ha sido despedido de su empleo, va a tener que cerrar el pequeño negocio que daba de comer a su familia y, en general, se le presenta un futuro, cuando menos, incierto.
Y este es solo el principio. Pasarán los meses y el Estado intentará equilibrar los pocos ingresos y los muchos gastos que se prevén, o que se deberían ejecutar para mantener los servicios básicos y apostar de manera decidida por la generación de empleo y la atención a la población con mayor riesgo de exclusión. ¿Qué haremos entonces? Aviso a navegantes, volverán a alentar.
Mientras tanto, la mala gestión económica desde Madrid se pretende paliar con el buen trabajo y la obediencia de los ayuntamientos, reclamando el Gobierno los remanentes que los consistorios han conseguido acumular de sus presupuestos municipales en los últimos años. Esto, en el caso de Andalucía, la segunda comunidad con más paro del país, vuelve a ser un nuevo ataque hacia los más vulnerables, hacia los más desprotegidos, ya que no hay institución pública más cercana y que mejor puede dar uso para la ciudadanía de esos fondos, que los ayuntamientos.
Al fin y al cabo este tipo de situaciones están íntimamente vinculadas con el nivel cultural y de conocimientos del pueblo, que son las armas que nos dotan de los recursos necesarios para la toma de decisiones y el análisis crítico de las situaciones que encauzan nuestras vidas. En este sentido, me vienen a la cabeza los charlatanes vendedores de crecepelo, que hacían el agosto en cada parada de su camino, donde su ferviente público esperaba ansioso la llegada del mágico producto.
La solución a esta sumisión ciudadana pasa por las escuelas y por la Educación, pero esto, si se me permite, será motivo de otra reflexión.