Manuel González Domínguez, descanse en paz
Nos ha dejado una persona extraordinaria, repentinamente, demasiado pronto siempre podemos decir con ojos humanos. Pero la muerte no es el final, me decía en alguna ocasión, el amor siempre te prepara y predispone para la inmortalidad.
Estos ojos humanos eran la antesala del creyente, por eso en él ese sentido de trascendencia cobraba aún más profundidad, la de quien pretendía con amor incansable y verdaderamente público, a Jesucristo y a su Iglesia. Es en los brazos de María, entonces, donde nos ha dejado.
Manuel era un ingeniero de enorme talento, jubilado en este momento pero amante de su profesión y de la capacidad inventiva y emprendedora del ser humano. Hacía unas semanas que se matriculó en un Doctorado en Ingeniería en la Universidad de Sevilla, con la intención clara de hacer uso de las importantes tecnologías de los laboratorios de esta Universidad, con las que pretendía seguir investigando la producción de combustible, concretamente la generación de hidrógeno mediante la reacción de aluminio y galio al añadirle agua, estudios en los que era pionero.
Pero esto es quedarnos cortos. Al asistir a la Aceleradora de Empresas Impúlsame de Mairena del Alcor, le veíamos como un miembro más de aquellos veinte intrépidos que aceleraban sus empresas recibiendo formación de expertos en los más diversos campos. Su empresa, que llevaba junto a sus hijas Inmaculada y Caridad, llamada Nattural Aloe Vera, se convertía en un referente en la producción de aloe vera en forma de zumo de nombre “Bio Nattural”.
Hombre profundamente vocacional y comprometido, no sólo con el mundo de la ciencia y el emprendimiento, también con la cultura y los valores sociales, de ideario profundamente cristiano. Su vocación puesta al servicio de la defensa de la vida y contra el aborto le llevó hace unos años, incluso, a entrar en política para defender esas ideas.
Hoy se llora su pérdida, su viuda y sus hijos a la cabeza, con Damián, su hijo sacerdote recordando la Palabra que nos permite transcender lo dado en la espera paciente de quien no ve en la muerte la última palabra, sino la puerta al encuentro con el Creador.
Gracias Manuel por una vida llena de sentido y ejemplo.
Tuve el honor de conocer y tratar a Manuel, que en una ocasión compartió con nosotros sus aventuras investigadoras.
Doy gracias a Dios y a su familia por él.
Además de con su bonhomía, don y tarea, Dios le concedió un hijo sacerdote, que ahora, junto con sus familiares y amigos, será el consuelo de su mujer e hijas.
Cuenta con nuestras oraciones. ¡Hasta el cielo!
Citando su frase más famosa, cuando me dio clases en Arahal: «Mi muy querido y estimado aunque no adorado Manolo». Fue un buen buen profesor, una buena persona y siempre nos sorprendio a todos con sus conocimientos, sus charlas y su gran paciencia y buen humor. Por mi parte y en nombre de mis compañeros de la promoción 1982-1987 de electricistas del antiguo Instituto de Formación Profesional de la Campiña (Arahal, nunca lo olvidaremos, parte de usted está en nosotros
Muy buen artículo José Manuel, elaborado desde el corazón. Muchas gracias.