BAJO LOS ALCORES

Autor texto y fotos: José Luis Boza Bonilla.

Mi relación con las galerías subterráneas de la comarca de los Alcores se remonta hasta mi infancia. Durante la misma, no desaprovechaba ninguna oportunidad para “pegar la oreja” cuando alguna persona mayor hablaba sobre el tema. Por otro lado, no podría computar las horas de estudio que he dedicado a las mismas. Unas veces con la búsqueda de información escrita u oral, otras in situ, intentando entender estas maravillas de nuestro patrimonio. Ahí abajo, presente y pasado se unen para dar lugar a sensaciones indescriptibles. Con cada incursión en este mundo subterráneo uno siempre vuelve con dudas, incógnitas que algunos de nuestros vecinos han intentado desentrañar tras décadas de indagaciones.

Se piensa en la actualidad que gran parte de nuestras galerías fueron construidas en época romana. La más importante de ellas, la denominada como “Caños de Carmona” (con un tramo aéreo) se horadó según la bibliografía consultada cuando Julio Cesar tomó el cargo de cuestor en Híspalis, entre los años 68 al 65 a.C. En aquella época, la ciudad tenía agua suficiente para abastecerse con el río y algunos de sus pozos. Sin embargo, muchos de ellos eran de agua salada o amarga. Además, estaba el problema de las crecidas periódicas del Guadalquivir que enturbiaba las aguas. Por todo ello era necesario transportar con carros agua potable desde río arriba, tarea nada práctica. Así pues, la riqueza en aguas puras y saludables de los alcores se convirtió en la solución perfecta para el problema que sufría la urbe.

Hasta que la arqueología demuestre lo contrario, si tomamos esa teoría como cierta, podemos afirmar que los romanos supieron aprovechar el potencial de nuestras aguas subterráneas con una asombrosa labor de ingeniería. No es baladí aclarar en este punto que nuestro acuífero tiene una extensión de unos 1.150 kilómetros cuadrados y un espesor de hasta cincuenta metros en los alcores y veinte metros en las terrazas cuaternarias.

Uno de los elementos característicos de nuestras galerías son las lumbreras. La función de estos pozos era servir de entrada a los obreros hacia el interior de la galería para realizar labores de mantenimiento y desatasco. También servían para aportar el aire que estos necesitaban respirar. El inicio de excavación de las lumbreras era sencillo. Primero se trazaba una circunferencia o un rectángulo sobre el suelo y, a partir de ahí, los equipos de excavación empezaban a cavar hasta llegar a la cota calculada.

Otro elemento llamativo son los “mechinales” o huecos excavados en paralelo sobre la lumbrera y usados a modo de escalera (ver foto). En el caso de las lumbreras circulares, su estructura recuerda a los pozos hipogeos excavados en Carmona para el acceso a las tumbas hipogeas, hecho que serviría para arrojar una datación como mínimo sobre el s. I.

A continuación, se pasaba a la excavación de las galerías, que se ejecutaba con el método de dos equipos excavando en sentidos contrarios, desde una lumbrera hasta la siguiente, donde se rectifican direcciones y cotas. Las galerías están normalmente construidas con unas pendientes que no suelen superar el 0,5% de desnivel; para evitar corrientes de aguas que provocan el desgaste de las galerías, el arrastre de sedimentos y posibles derrumbes. Estas pendientes eran labradas una vez construidas las galerías hasta conseguir el flujo de agua correcto.

Sin embargo, desde el punto de vista visual, la característica que más llama la atención en nuestras galerías son sus diversos depósitos de carbonato cálcico. Esto se debe a la corrosión química iniciada al reaccionar el dióxido de carbono de la atmósfera con el agua de lluvia, formando ácido carbónico. Este ácido reacciona con el carbonato cálcico (insoluble en el agua) de nuestros estratos calcareníticos, descomponiéndose en bicarbonato cálcico y agua. Finalmente, el bicarbonato cálcico es transportado por el agua, formando rocas como las estalactitas, las estalagmitas o espeleotemas en las paredes en forma de coladas.

Con respecto a la función de estas galerías, sus aplicaciones debieron ser muy diversas, ya que pudieron servir como suministro de agua a asentamientos, villaes, actividades mineras (canteras de sillares), talleres alfareros, etc. Nuestro subsuelo aún oculta numerosos de estos monumentos, de eso no me cabe duda. Con las tecnologías actuales, como el georradar, podrían localizarse multitud de ellos.

Al principio mencioné el origen romano de las galerías. No obstante, en Gavá ya se excavaban éstas durante el neolítico y los etruscos también construyeron las suyas. De hecho, los romanos aprendieron de estos últimos su construcción. Y si vamos aún más lejos, los fenicios al parecer tuvieron contacto con los etruscos y ya sabemos que aquellos comerciantes difundieron conocimientos técnicos por todo el Mediterráneo. Pruebas físicas no tenemos por ahora de una construcción anterior a la definida. Así que… quien quiera salsa que moje pan.

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